Memorias de la jinete doncella (primera parte)
Durova Nadezhda Andreevna
Дурова Надежда Андреевна
Traducción de José Oviedo
Número revista:
6
Mi madre, hija de Aleksándrovich, era una de las más hermosas doncellas de Rusia Menor[1]. Cuando apenas cumplió sus quince años, los pretendientes ya se amontonaban para pedir su mano. De entre toda esta multitud de pretendientes, el corazón de mi madre se decidió por el húsar[2] Durov, capitán de caballería[3]. Pero desafortunadamente su padre no estuvo de acuerdo con esta decisión ya que era un orgulloso señor de Rusia Menor: un amante del poder que le exigió a mi madre que olvidara la quimérica idea de casarse con un moscal[4], especialmente uno del ejército. Mi abuelo era un gran déspota en la familia. Si algo ordenaba, era mejor obedecer ciegamente, no había posibilidad de convencerlo, ni de cambiar, ni siquiera una sola vez, una decisión ya tomada por él.
Una consecuencia de este rigor sin medida fue que, en una tempestuosa noche de otoño, mi madre, que dormía en un aposento con su hermana mayor, se levantó silenciosamente de la cama, tomó su abrigo y su cofia, y, en calcetines y conteniendo la respiración, pasó furtivamente por la cama de su hermana, abrió la puerta hacia la sala, la cruzó rápidamente y, al abrir la puerta que daba hacia el jardín, salió volando como una flecha por el camino del castañar que terminaba en una reja. Mi madre abrió apresuradamente el candado de la reja y se lanzó al abrazo del húsar que la esperaba con una carroza atada a cuatro fuertes caballos que se los llevaron con el viento furioso por el camino de Kíev. Se casaron en el pueblo más cercano y se fueron directamente allá donde estaba asentado el regimiento de Durov.
Lo que hizo mi madre podría ser excusable por su juventud, por amor y por las virtudes de mi padre quien era el más hermoso de los hombres ya que tenía un carácter suave y maneras encantadoras. Pero era tal la aversión de mi padre por las costumbres patriarcales de la Rusia Menor que mi abuelo, en su primer ataque de ira, maldijo a su hija. En los dos años siguientes mi madre no paró de escribirle rogándole su perdón, pero en vano. Él no quería saber nada y su ira creció en la medida en que ella intentaba tranquilizarlo. Mis padres, que ya habían perdido la esperanza de apaciguar a mi abuelo quien además consideraba a la obstinación como una de sus virtudes, se sometieron a su destino y dejaron de escribir a su inmisericorde padre. Pero el embarazo de mi madre revivió su coraje desvanecido; empezó a tener la esperanza de que el nacimiento de un niño le devolvería el favor de su padre.
Mi madre deseaba apasionadamente tener un hijo y se ocupó durante todo su embarazo en alimentar ese sueño encantador. Ella solía decir: “Voy a dar a luz a un hermoso niño como Cupido y lo llamaré Modesto. Yo misma lo alimentaré, lo criaré, le enseñaré y mi hijo, mi dulce Modesto, será la alegría de toda mi vida.” Así soñaba mi madre.
El dolor que precedió a mi nacimiento tomó a mi madre por sorpresa de la manera más fastidiosa: el sufrimiento no tenía cabida en sus sueños y le trajo la primera impresión desagradable de mí. Tuvieron que llamar al obstetra quien consideró necesario sangrarla; mi madre tenía miedo en extremo a este procedimiento, pero no se podía hacer nada excepto someterse a él. La sangraron y poco después vi la luz, ¡pobre ser cuya aparición destruyó todos los sueños y socavó todas las esperanzas de mi madre!
“¡Denme a mi hijo!” gritó mi madre apenas se recuperó del dolor y del miedo. Trajeron al recién nacido y lo pusieron en su regazo. Pero, ¡ay, no era un niño hermoso como Cupido! ¡Era una niña, como la hija de un bogatyr[5]! Mi tamaño era insólito, tenía gruesos cabellos negros y lloraba a gritos. Mamá me empujó de su regazo y se volvió a la pared.
Después de algunos días mamita se curó y, cediendo a los consejos de las esposas de los militares, sus amigas, decidió darme el seno ella misma. Le dijeron que una madre empieza a amar a su bebé en el momento mismo que le da de mamar el seno. Me trajeron, mamá me tomó de las manos de una mujer, me puso en su pecho e intentó darme de mamar. Pero yo sentía que era obvio que no era el amor de mi madre el que me alimentaba ya que, a pesar de todos sus esfuerzos por hacerme sujetar su seno, nunca lo hice. Mi madre pensó en vencer a mi obstinamiento con paciencia y no dejaba de mantenerme cerca de su pecho, hasta que se aburrió de que yo no me sujetara, dejó de verme y empezó a conversar con una dama que estaba visitándola.
En este momento, quizá guiada por el destino que me tenía guardado un uniforme de soldado, me agarré de su seno y con todas mis fuerzas lo apreté con mis encías. Mi madre dio un grito penetrante, me alejó de su pecho, me lanzó a las manos de una mujer y se dejó caer de cara en la almohada. “¡Sáquenlo, sáquenlo de mi vista a este bebé grosero y nunca más me lo muestren!” Dijo mami agitando una mano y cubriéndose la cabeza con la almohada.
Tenía cuatro meses cuando el regimiento de mi padre recibió el pase a Jersón[6], y como era una campaña militar dentro del país, papi llevó a toda su familia consigo. Yo estaba bajo la supervisión y el cuidado de la sirvienta de mi madre que tenía la misma edad que ella. Por la tarde esta mujer estaba sentada con mi madre en la carreta y me sostenía en su regazo mientras me alimentaba leche de vaca desde un biberón; me envolvió tan apretadamente que me puse azul y mis ojos se inyectaron de sangre. Por las noches descansábamos en paraderos y me entregaban a alguna sierva que habían traído de algún pueblo; ellas me desarropaban, me ponían cerca de su pecho y dormían conmigo toda la noche. Y así, en cada parada, yo tenía una nueva nodriza.
Mi salud se mantenía fuerte a pesar de las nodrizas temporales y los dolorosos arropes. Yo era fuerte y alegre, pero increíblemente ruidosa. Una mañana mi madre estaba de muy mal humor ya que no la dejé dormir toda la noche. Estaba a punto de dormirse en la carreta mientras continuábamos nuestro camino en el amanecer, pero empecé a llorar otra vez y, a pesar de todos los esfuerzos de la niñera, no pudo consolarme y lloré y grité cada momento un poco más fuerte. Esto exacerbó la frustración de mi madre y perdió los estribos y, al arrancarme de las manos de la niñera, ¡me lanzó por la ventana! Unos húsares gritaron horrorizados, bajaron de sus caballos y me recogieron toda llena de sangre y sin ninguna señal de vida; mi padre cabalgó hacia ellos, me tomó de sus manos y, derramando lágrimas, me puso cerca de sí en la montura. Él temblaba, lloraba y estaba pálido como un muerto mientras cabalgaba sin decir ni una palabra ni girar su rostro hacia dónde mi madre se encontraba. Para sorpresa de todos, regresé a la vida y además, superando toda expectativa, no estaba desfigurada; solo que, a causa del fuerte golpe, sangraba por la boca y la nariz. Papito, con sentimientos de gratitud y felicidad infinitas, alzó su mirada al cielo, me apretó a su pecho y, acercándose hacia la carreta le gritó a mi madre: “¡Agradécele a Dios que no eres una asesina! Nuestra hija está viva. Pero ya no volveré a dejarla contigo, yo mismo me encargaré de ella.” Habiendo dicho esto, siguió todo el camino hasta el paradero llevándome consigo y sin devolverle ni una palabra, ni siquiera una mirada, a mi madre.
Después de este memorable día de mi vida, mi padre me entregó a la providencia de Dios y al cuidado del húsar de flancos Astájov quien fuera su compañero inseparable tanto en cuarteles, como en campañas.
Sólo por las noches podía estar en el cuarto de mi madre; me traían tan pronto como mi padre se había ido.
Mi tutor Astájov solía llevarme en sus brazos días enteros, iba conmigo a los establos del escuadrón y me sentaba en los caballos, me dejaba jugar con su pistola y agitar su sable, yo aplaudía y reía a carcajadas al ver caer las chispas y el brillante acero.
Una noche me llevó donde unos músicos que tocaron varias cosas antes del amanecer; los escuché y finalmente me quedé dormida.
Sólo si estaba medio dormida podían llevarme a los cuartos de arriba; pero cuando me llevaban despierta, solo ver el cuarto materno me hacía desmayar del miedo y gritar agarrada fuertemente del cuello de Astájov. Mamita, desde el momento de mi viaje aéreo desde la ventana del carruaje, se desentendió de todo lo que tenía que ver conmigo y, para consolarse, tuvo otra hija, pero está vez sí hermosísima como Cupido, a quien, como suele decirse, amó con toda el alma.
Mi abuelo, poco tiempo después de mi nacimiento, perdonó a mi madre muy solemnemente: fue a Kíev y pidió al arzobispo ignorar aquella imprudente promesa de nunca perdonar a su hija y, habiendo recibido el permiso pastoral, le escribió a mi madre: la disculpaba y bendecía su matrimonio y a los hijos que nacieron de él; le pedía ir a visitarlo para que recibiera personalmente la bendición paternal, y además para que recibiera su parte de la dote. Mi madre no pudo hacer efectiva esta invitación hasta el momento mismo en el que mi padre se retiró; yo tenía cuatro años y medio cuando mi padre vio la necesidad de dejar el servicio. En su cuarto, además de mi cuna, había dos moisés más; la vida militar era imposible con una familia como ésta.
Mi padre se fue a Moscú a buscar un espacio en el servicio público; y mi madre, conmigo y dos bebés más, se fue donde su padre y tuvo que vivir con él hasta el regreso de su marido. Desde que me tomó de las manos de Astájov, mi madre ya no pudo, ni un minuto, estar tranquila ni alegre. Cualquier día la hacía enojar con mis extrañas travesuras y mi espíritu militar: conocía muy bien las órdenes militares, amaba con locura a los caballos y cuando mi madre me quería hacer atar los cordones, entonces llorando le pedía que me dejara gatillar una pistola, como le había pedido; en pocas palabras: ¡aproveché hasta la última gota todo lo que me enseñó Astájov!
Cada día que pasaba, mis inclinaciones militares se hacían más fuertes, y mi madre me quería cada vez menos. Yo no había olvidado nada de lo que había aprendido estando constantemente con los húsares. Corría por mi habitación, galopaba por todas partes y gritaba con todas mis fuerzas: “¡Escuadrón! ¡A la deré! ¡Marcha en su propio terreno, mar!” Mis tías se reían, y mi madre, a quien todo esto había llevado a la desesperación y, sin saber los límites de su decepción, me llevó a su cuarto, me puso en una esquina y, con regaños y amenazas, me hizo llorar amargamente.
Mi padre consiguió un trabajo de comisario[7] en una de las ciudades del uyezd[8] y se mudó allá con toda su familia; mi madre, que de todo corazón no me quería, parece que propició todo lo que fortalecía y aseguraba mi ya irresistible pasión por la libertad y la vida militar: ella no me dejaba jugar en el jardín, no me dejaba alejarme de ella ni por media hora. Yo tenía que sentarme con ella el día entero en su habitación y tejer encajes. Ella misma me enseñó a hilar y a tejer, y viendo que todo en mis manos se desgarraba y destruía ya que no deseaba ocuparme en estos quehaceres, se enojaba, perdía la cabeza y me golpeaba fuertemente en las manos.
Cumplí diez años. Mamita cometió la imprudencia de contarle a mi padre, frente a mí, que no tenía la fuerza para soportar a la pupila de Astájov, que aquella crianza jinetesca había calado en lo más profundo, que el fuego de mis ojos la asustaba y que preferiría verme muerta que con aquellas inclinaciones. Papito respondió que yo todavía era un bebé, que sería mejor no prestarme atención y que, con los años, adquiriría nuevas inclinaciones y que todo se arreglaría por sí solo: “¡No le prestes tanta importancia a sus niñerías, queridа amigа!”, decía papito. El destino quiso que mi madre no le creyera y no aceptara el buen consejo de su marido. Ella seguía encerrándome y no me permitía ni una sola alegría infantil. Yo callaba resignada, pero esta opresión me había dado madurez mental. Tomé la difícil decisión de romper este doloroso yugo y, como una adulta, empecé a ponderar un plan para lograrlo. Decidí hacer todo lo posible para enseñarme a cabalgar, disparar armas y, después de vestir el uniforme, escapar de la casa paternal.
Para empezar a hacer realidad esta imaginada revolución en mi vida, no perdí ni una oportunidad de escabullirme de la supervisión de mamita. Estas oportunidades se daban cada vez que recibía visitas. Mientras se ocupaba de ellos yo, yo, casi loca de la felicidad, corría al jardín hacia mi arsenal, es decir, ese rincón oscuro detrás de los arbustos donde guardaba mi arco y flecha, además de un sable y un arma defectuosa. Me olvidaba del mundo entero cuando practicaba con mi pistola, solo el penetrante grito de una chica que me buscaba me hizo correr con miedo a su encuentro. Me llevaron al cuarto donde siempre me esperaba un castigo.
Así pasaron los años y yo cumplí doce cuando mi padre se compró un caballo de monta: un semental circasiano casi indomable. Ya que es un gran jinete, mi propio padre lo domó y lo llamó Alceo[9]. Desde ese momento todos mis planes, intenciones y deseos se concentraron en ese caballo. Hice todo lo posible para que se acostumbrara a mi presencia y lo logré. Le daba pan, azúcar, sal, y calladita le servía la avena del cochero en su comedero. Lo acariciaba, le daba palmaditas, le hablaba como si pudiera entenderme y al fin logré que ese bronco caballo me siguiera como una mansa oveja.
Casi todos los días me despertaba al amanecer, salía silenciosamente de mi habitación y corría hacia mi corcel. Alceo me recibía con relinchos. Yo le daba pan y azúcar, y lo sacaba al patio. Entonces lo llevaba al porche de entrada de la casa y me subía a su lomo desde las gradas; él brincaba, bufía y se sacudía, pero yo no tenía nada de miedo. Me agarraba de su crin y cabalgábamos por todo el vasto patio, sin miedo a que me llevara fuera de las rejas ya que seguían cerradas. Una vez ocurrió que este regocijo fue interrumpido por un mozo de cuadra que, gritando de miedo y sorpresa, se apresuró en tratar de detener a Alceo, pero el corcel sacudió su cabeza, se encabritó y empezó a correr por todo el campo, saltando y dando coces. Felizmente para mi, Efim, casi muerto del miedo, perdió la voz, con la cual hubiera podido perturbar el sueño de toda la casa y me hubiera traído crueles castigos. Tranquilicé a Alceo fácilmente, lo acaricié con la voz y las manos y empezó a trotar y, cuando me abracé a su cuello para apoyar allí mi rostro, paró en ese momento ya que yo siempre hacía eso antes de bajarme o, mejor dicho, resbalarme de él. Entonces Efim vino para llevárselo, murmurando entre dientes que iba a contárselo a mamita, pero prometí darle toda mi mesada si él nunca le decía nada a nadie y me dejaba llevar a Alceo al establo yo misma. Con esta promesa el rostro de Efim se aclaró, se sonrió, y dijo acariciando su barba: “¡Pero por favor, este mequetrefe te hace más caso a ti que a mí mismo!” Entusiasta llevaba a Alceo al establo y, para sorpresa de Efim, el indómito caballo se dejaba llevar tranquilamente y, doblando el cuello, inclinaba su cabeza hacia mí y ponía quedito sus labios en mi cabello y mi hombro.
Cada día que pasaba me hacía más valiente y aventurera y, a excepción de la ira de mi madre, no le tenía miedo a nada. Me pareció bastante extraño que mis pares tuvieran miedo a quedarse solos y a oscuras; yo, por otro lado, estaría lista para adentrarme en la profunda noche de los cementerios, los bosques, una casa abandonada, una cueva o un calabozo. En pocas palabras, no existía lugar al que no fuera valientemente tanto de noche, como de día, aunque también a mí, como a cualquier otro niño, me habían contado las mismas historias sobre espíritus, muertos, duendes, ladrones y sirenas que hacían cosquillas a la gente hasta la muerte; aunque creía en estas historias de todo corazón, no las temía ni un poco, al contrario, tenía sed de peligro, desearía haber estado entre esos seres, los buscaría si tuviera aunque sea la más mínima libertad. Pero el ojo avizor de mi madre me seguía a cada paso, a cada movimiento.
Un día mi madre se fue con sus amigas a pasear por un bosquecillo espeso a orillas del Kama[10] y me llevó consigo para que, según sus palabras, no me rompiera la cabeza si me dejaba sola. Esta era la primera vez que me llevaban al campo, ¡allí vi un denso bosque, vastas campiñas y un ancho río! Casi me ahogo de la felicidad y tan pronto entramos al bosque yo, sin poder contenerme por la euforia, en ese mismo instante escapé y corrí hasta que las voces de mi grupo se perdieron por inaudibles; solo entonces mi felicidad fue completa y verdadera: corría, brincaba, arrancaba flores. Trepé a la copa de un alto árbol y después, afianzada en una fina rama y sujetando un extremo con mis manos, me dejé caer y ¡la joven ramita me dejó quedito en la tierra! ¡Dos horas pasaron como dos minutos! Ellas me buscaban, gritaban por mí a varias voces, y aunque las escuchaba, ¿cómo podría romper con una libertad tan cautivadora? Finalmente, ya cansadísima, regresé a la sociedad. No fue nada difícil encontrarlas porque las voces que me llamaban no callaron. Me encontré a mi madre y a todas las damas con una terrible preocupación. Las damas gritaron de la felicidad cuando me vieron, pero mi madre se indignó fuertemente ya que había adivinado por mi rostro satisfecho que no me había perdido, sino que me había ido voluntariamente. Ella me empujó por la espalda y ¡me llamó una niña maldita que había jurado hacerla enojar siempre y en todas partes! Llegamos a casa y mamita me llevó desde la mismísima sala hasta su cuarto jalándome de la oreja y me puso frente a una almohada con un lazo a trabajar sin alzar la mirada ni mover la cabeza a ningún lado. “¡A ti, buena para nada, te voy a amarrar y te daré de comer solo pan!” Habiendo dicho esto, se fue donde papito a contarle sobre mis, como ella los llamaba, monstruosos actos. No me quedaba nada más que puntear husos, poner alfileres y pensar en la maravillosa naturaleza, ¡vista por vez primera en toda su grandeza y belleza! A partir de ese día, la vigilancia y el rigor de mi madre se hicieron aún más estrictos, pero no pudieron ni intimidarme, ni contenerme.
Me sentaba a trabajar desde la mañana hasta la noche. Debo admitir que no había nada peor sobre la faz de la Tierra porque no podía, no sabía y no quería saber cómo trabajar como los otros, sino que rasgaba, estropeaba y confundía hasta que frente a mí quedaba una bola de lona en la que se extendía el desagradable desbarajuste que era mi encaje, y así me pasaba el día entero pacientemente sentada frente a él, pacientemente porque mi plan ya estaba listo y todas las medidas tomadas: tan pronto como llegó la noche, cuando todo en la casa se acaballa, las puertas estaban ya bajo llave y las velas apagadas en el cuarto de mi mamá, me desperté y calladita me cambié de ropa, me escabullí como un ladrón por el porche trasero y corrí directamente hacia el establo; allí tomé a Alceo y lo llevé a través del patio hasta el corral y, ya sentada sobre él, salí por el angosto sendero hacia la playa y la montaña Startsovaya[11]; allí me bajé del caballo y lo llevé del ramal por las montañas ya que no sabía cómo ensillar a Alceo y no podía hacerlo subir voluntariamente a la montaña ya que en esa parte había un escarpado precipicio. Lo llevé así del ramal hasta cuando estuvimos en un lugar llano y encontramos un tocón o un montículo desde el que yo me pude subir de nuevo al lomo de Alceo, entonces le pude dar una palmada en el cuello mientras chasqueaba la lengua y el buen corcel entró en galope, empezó a brincar y hasta a correr. Regresé a casa apenas las primeras señales del amanecer, dejé al caballo en el establo y, sin cambiarme de ropa, me eché a dormir. Por esto se dieron cuenta de mis paseos nocturnos. La chica que me tenía bajo su supervisión, al encontrarme completamente vestida en la cama todos los días, le contó a mi madre quien se tomó para sí misma el trabajo de saber por qué y para qué hacía todo esto. Mi mamá vio cómo me escapaba a la medianoche completamente vestida y, para su inexplicable terror, me llevaba al maldito semental del establo. Ella no quería detenerme porque me pensaba sonámbula y no debía gritar para no despertarme y, después de decirles al guardián y al mayordomo que me vigilaran, fue ella misma donde papito, lo despertó y le contó todo lo que ocurría, papá se sorprendió y rápidamente se levantó para ver con sus propios ojos algo tan insólito. Todo terminó más rápido de lo esperado: triunfantes, el mayordomo y el guardián nos llevaron, a Alceo y a mí, a nuestros lugares respectivos. El mayordomo, a quien mi madre había mandado a por mí, al haberme visto intentando subir al caballo y saber que no era una sonámbula, al contrario de lo que consideraba mi madre, salió de su escondite y preguntó: ¿A dónde va, princesa?
Después de este incidente mi madre quería deshacerse de mi presencia costara lo que costara y, para lograrlo, decidió mandarme a Rusia Menor donde la abuela, una añeja Aleksándrovichev. Tenía ya catorce años y era alta, delgada y atlética, mi espíritu guerrero se reflejaba en los rasgos de mi rostro y, aunque tenía la piel blanca, un vivo rubor, ojos brillantes y cejas negras, mi espejo y mi madre me decían que no era para nada bonita. Mi cara se echó a perder por la viruela, feas marcas, y la opresión incesante a mi libertad, la severa vigilancia de mi madre y a veces hasta la crueldad, dejaron marcados en la fisionomía de mi rostro una expresión de miedo y tristeza. Era posible que olvidara mis maneras jinetescas y me transformara en una señorita común como todas, si no fuera porque mi madre había basado su idea de mí en la forma más triste del destino que pudiera tener una mujer. Ella me habló en términos muy hirientes sobre el destino de este género. La mujer, en su opinión, tenía que nacer, vivir y morir en la esclavitud. Decía que la servidumbre eterna, la dependencia opresiva y todo tipo de yugo eran suyos desde la cuna hasta la sepultura, que ella estaba llena de debilidades, carecía de todo lo encomiable y que era una buena para nada. En pocas palabras, que la mujer era lo más triste, lo más desdeñable, ¡la más despreciable de las creaciones en la Tierra! Mi cabeza daba vueltas cuando dijo esto y decidí que, aunque me costara la vida, me diferenciaría de este género que, como pensaba, estaba bajo una maldición divina.
Mi padre también solía decir: “Si es que en lugar de Nadezhda hubiera tenido un hijo, no hubiera pensado que hubiera pasado en la vejez; él me hubiera apoyado hasta la última noche de mis días.” Tuve que contener las lágrimas frente a estas palabras de mi padre a quien yo quería especialmente. Dos sentimientos tan contradictorios como el amor a mi padre y la repulsión que sentía hacia mi género asaltaban a mi joven alma con la misma fuerza y yo, con una firmeza y constancia muy poco comunes a mi edad, me ocupaba en planificar mi escape de la esfera designada al género femenino por la naturaleza.
Yo tenía esta voluntad y disposición mental cuando mi madre, al comienzo de mi décimo cuarto año de vida, me mandó a Rusia Menor donde mi abuela y me dejó donde ella. El abuelo ya no estaba entre los vivos. De toda nuestra familia solo quedaban: la abuela de ochenta años, una mujer sabia y temerosa de Dios quien fuera alguna vez una belleza conocida por su insólitamente amable temperamento. Su hijo, mi tío, que era un hombre de mediana edad, sereno, bueno, sensible e insoportablemente caprichoso que estaba casado con una doncella de extraña belleza de apellido Lizogubov que vivía en Cherníhiv[12]. Y, finalmente, mi tía virgen de cuarenta y cinco años. Yo, más que a todos, amaba a la hermosísima y joven esposa de mi tío aunque, claro está, nunca me quedé voluntariamente en compañía de mis familiares. Eran de tanto abolengo, tan devotos, tan irreconciliables enemigos de la idea de inclinaciones militares en una doncella, que me daba miedo siquiera pensar sobre mis posibles decisiones en su presencia. Aunque mi libertad no se guardaba nada y aunque podía pasear por donde quisiera desde la mañana hasta la noche, sin miedo a que me lo reprocharan, apenas me atrevía a pronunciar una palabra sobre cabalgar porque entonces pensaba en que me enviarían a penar en un convento. No era nada hipócrita el terror que mis familiares sentían sobre la idea misma de estos tan inmorales y poco naturales, según su opinión, quehaceres femeninos, ¡especialmente para las doncellas!
Bajo el cielo claro de Rusia Menor mi salud mejoró notablemente, aunque al mismo tiempo me bronceé, me oscurecí y me hice aún más fea. Aquí no me ataban a un corsé ni me castigaban con hacer encajes. Amaba apasionadamente a la naturaleza y a la libertad, pasaba todo el día, o corriendo por las dachas de los bosques de las tierras de mi tío, o navegando por el Uday[13] en un como bote que en Rusia Menor llamaban “roble”. Era posible que me hubieran negado esta última travesura si es que hubieran sabido sobre ella, pero tuve la precaución de reconocer el terreno después del almuerzo, cuando los avizores ojos de mi tía descansaban. Me tío se iba a ocuparse de cosas de la casa o leía revistas que mi tiíta, la virgen, escuchaba con gran atención. Quedaba solo mi abuela para cuidarme, pero ella tenía ya muy mala vista, así que pasaba perfectamente segura frente a sus ventanas.
La primavera nos trajo a otra de mis tías, de apellido Znachko-Yavorskaya[14], que vivía cerca de la ciudad de Lubny[15]. Hicimos buenas migas y pidió autorización a la abuela para llevarme donde ella todo el verano. Aquí mis quehaceres y placeres eran completamente diferentes. La tía era una mujer estricta que seguía el implacable orden de la decencia en todo. Ella era muy social, se codeaba con lo mejor del círculo de propietarios de los alrededores, tenía un buen cocinero y frecuentemente organizaba bailes de gala. Me ví a mi misma en otra esfera. Acostumbrada a escuchar abusos y reproches hacia el género femenino, me acoplé fácilmente a esta nueva esfera, especialmente por la respetuosa atención y la complacencia de los hombres. La tía me vestía muy bien y se esforzaba por quitarme el bronceado; mis sueños militares parecían desvanecerse un poquito en mi cabeza, la idea de mujer no me parecía tan terrible y me parecía que, al fin, me iba a gustar esta nueva forma de mi vida.
Para calmar completamente mis tormentosos pensamientos, me dieron una amiga: cerca de donde mi tiíta, vivía otra de sus sobrinas, de apellido Ostrogradskaya[16], un año menor que yo. Éramos inseparables. Pasábamos las mañanas en el cuarto de mi tía leyendo, dibujando o jugando; después del almuerzo hasta la hora del té éramos libres de pasear y allí solíamos salir a la levada (así se llama esa parte del terreno que usualmente está al lado del jardín y que está separada de él solo por un foso). Saltaba ese foso tan fácilmente como lo hace una cabra montés, mi hermana seguía mi ejemplo y, en el tiempo designado a nuestros paseos, volábamos alrededor de las levadas vecinas.
Mi tiíta, como todas las mujeres de Rusia Menor, era muy devota; observaba y cumplía todos los ritos prescritos por la religión. Todas las festividades iba a misa, a la del amanecer y a la del atardecer; mi hermana y yo teníamos que hacerlo también. Al principio yo no quería para nada despertarme antes del amanecer para ir a la iglesia, pero en nuestro barrio vivía también la terrateniente Kiriyakova con su hijo y ellos también iban siempre a la iglesia. A la espera del comienzo de la misa, Kiriyakova conversaba con mi tiíta, y su hijo, un joven de veinte y cinco años, se acercó a nosotros o, mejor dicho, se acercó a mí porque hablaba solo conmigo. Él mismo no era muy feo, tenía unos hermosos ojos, cejas y cabellos negros y una frescura juvenil en el rostro; me enamoré de la misa y, cuando era una al amanacer, me despertaba siempre antes que mi tiíta. Finalmente, mis conversaciones con el joven Kiriyakov llamaron su atención. Ella se dio cuenta cuando interrogó a su hermana quien inmediatamente le dijo que Kiriyak tomó mi mano y me pidió darle uno de mis anillos, diciendo que hablaría con mi tía cuando se considere autorizado. Mi tía recibió esta explicación de su hermana, me mandó a llamar y me preguntó: “¿De qué habla contigo el hijo de nuestra vecina cada vez que hemos estado juntos?” Sin poder ya fingir, conté todo lo que podía decir. Mi tía asintió; esto le había gustado mucho. “¡No, —dijo ella,— así no se pide la mano de una damisela! ¿Pará qué te dio explicaciones a ti? ¡Mejor hubiera sido hablar directamente con tus parientes!” Después de esto me llevaron de vuelta donde la abuela; mucho tiempo extrañé al joven Kiriyakov. Este fue mi primer amor y pienso que, si allí me hubieran entregado a él, entonces para siempre se hubieran apaciguado mis pensamientos guerreros, pero el destino, que tenía escrito un campo de batalla para mí, ordenó lo contrario. La vieja Kiriyakova le pidió a mi tía enterarse de si yo tenía alguna dote y, al saber de que constaba apenas de algunos brazos[17] de cintas, lienzos y toldos, de nada más, prohibió a su hijo pensar siquiera sobre mí.
Cumplí quince años. Un día le llegó una carta a mi tío que sumió a todos en la tristeza y el desconcierto. La carta era de papito; le había escrito a mamá rogándole que lo perdonara, que regresara y que juraba dejar todo atrás. Nadie pudo entender nada de esta carta. ¿Dónde estaba mamá? ¿Por qué le han escrito una carta a una dirección en Rusia Menor? ¿Pudo haberse separado de su marido y, si fuera así, cuál fue la razón? Mi tío y mi abuelita se perdían en elucubraciones.
Dos semanas después de esta carta yo navegaba por el río Uday en mi bote y alrededor podía escuchar la voz chillona de la sirvienta de mi abuela: “¡Señorita[18], señorita venga donde su abuelita!” Me dio miedo escuchar ese llamado de ir hacia donde mi abuela, le di la vuelta al bote y me despedí mentalmente de mi querido “roble” ya que intuía que lo hubieran condenado a estar encadenado a una piedra y que mis paseos por el río habían terminado para siempre. —¿Cómo pudo haberme visto la abuela?— Me preguntaba mientras lo amarraba a la orilla. —La abuela no vio nada— respondió Agafia, —pero cuando Stepán vino a por usted, su mamá lo había enviado.— ¡Mamita lo envió a por mi! ¿será eso posible? ¡Ay, hermoso paraíso! ¿Acaso debo dejarte?... Me apresuré en ir a casa y allí vi a uno de nuestros viejos sirvientes que había estado con mi padre en todas sus campañas. El gris Stepán me dio respetuosamente una carta. Mi padre había escrito que él y mi mamá deseaban que yo fuera inmediatamente donde ellos y que estaban aburridos de vivir lejos de mí. Yo no entendía nada de eso, sabía que mamá no me quería, entonces era papá quien quería que estuviera con él, pero ¿cómo es que mi madre estuvo de acuerdo?
¿Cuánto no había pensado, cuánto no me había arrepentido de la necesidad de salir de Rusia Menor, de la libertad limitada que me esperaba o del desagradable cambio de un hermoso clima a uno frío y gris? Pero estaba en la obligación de obedecer. En dos días estaba todo listo: habían horneado y freído golosinas, me dieron una enorme caja y ya todo estaba empacado. Al tercer día mi venerable abuela me apretó a su pecho y besándome me dijo: “¡Vete, hija mía, que Dios bendiga tu camino! ¡Que Dios bendiga tu vida!” Ella puso su mano sobre mi cabeza y suavemente pidió para mi la bendición de Dios. La devota oración fue escuchada ya que a lo largo de toda mi turbulenta vida militar sentí cómo en muchos casos El Supremo obviamente intercedía a mi favor.
No hay nada que decir sobre mi viaje bajo la vigilancia del viejo Stepán y de la camaradería de su hija de doce años, Ánushka. Empezó y terminó como empiezan y terminan viajes en caballos arrendados: íbamos por largos caminos silenciosamente y finalmente llegamos. Al abrir la puerta de la sala de la casa de papá escuché cómo mi hermana menor, Cleopatra, dijo: “¡Venga a ver mamita, ha llegado una como condesa!” Mamita, superando mis expectativas, me recibió dulcemente; para ella era agradable ver en mí aquel aspecto modesto y recatado, tan conveniente para una joven doncella. Y aunque en año y medio había crecido y era más alta que mi madre casi por una cabeza, ya no tenía ni un poco de aquel aspecto militar que me hacía parecida a Aquiles con un vestido de mujer, ni un poco de aquellos hábitos jinetescos que llevaban a mi madre a la desesperación.
Después de vivir algunos días en casa supe la razón por la cual me habían escrito. Mi papá, nunca indiferente a la belleza, engañó a mamá en su ausencia y tomó como suya a una hermosa señorita, hija de un pequeño burgués. Mamá no supo nada sobre esto hasta mucho después de su regreso, pero una de sus conocidas creyó ayudarla al revelarle el fatal secreto y envenenó su vida con el más cruel de los venenos: ¡los celos! Mi infeliz madre empalideció locamente al escuchar la historia de su comedida amiga y, habiéndola escuchado, se fue sin decir ni una sola palabra y se acostó en la cama. Cuando llegó papito ella quería hablarle lacónica y tranquilamente, ¡pero cómo podría haberse controlado! Desde la primera palabra el tormento de su corazón superó a todo: sus sollozos entrecortaban su voz, se golpeaba el pecho, apretujaba sus manos, maldijo el día en el que nació y el segundo en el que conoció al amor, le pidió a mi padre que la matara para así librarse del tormento insoportable de una vida en el abandono. Papito se asustó de la disposición en la que vio a mi madre; intentaba tranquilizarla pidiéndole no creer en historias absurdas, pero, al ver que mi mamá estaba demasiado bien informada sobre todo, le juró a Dios dejar voluntariamente esa relación inmoral. Mamita le creyó, se tranquilizó y lo perdonó. Papito mantuvo su palabra durante algún tiempo, dejó a su amante y hasta la hizo casarse, pero después se fue con otra, y entonces mi mamá, desesperada, decidió para siempre separarse de su infiel marido y se fue a Rusia Menor donde su madre, pero se quedó en Kazán. Papito, sin saber sobre esto, escribió a Rusia Menor rogándole a mi madre que lo perdonara y que regresara, pero al mismo tiempo, él recibió una carta de mi madre. Ella escribió que no tiene la fuerza para separarse de su marido, que aún cuando la hirió tan cruelmente, ¡ella seguía amándolo inmensamente! Le rogó cambiar de opinión y regresar a tomar las riendas. Papito se conmovió, se arrepintió y pidió a mamita volver. Aquí fue cuando mamá ordenó mi regreso pensando que la presencia de su hija favorita haría que mi padre se olvidara de aquel objeto de su afecto que era tan indigno de él. ¡Infeliz, mamá estaba condenada a mentirse a sí misma con respecto a todas sus expectativas y a probar de la copa del sufrimiento hasta la última gota! Papito se iba con una, con otra y nunca regresó con mi madre. Ella languidecía, se desvanecía hasta que enfermó y se fue a tratar en Perm[19], donde el famoso Gral[20]. Moriría a los treinta y cinco años de su nacimiento, más una víctima de la mala fortuna que de alguna enfermedad...
¡Ah, cuán inútilmente derramo lágrimas sobre estas líneas! ¡Aflicción para mí quien fui la primigenia razón de la mala fortuna de mi madre! Mi nacimiento, mi género, características, inclinaciones, nada era lo que mi madre quería. Mi existencia envenenó su vida y un interminable fastidio echó a perder su carácter, que era ya por naturaleza lánguido, y lo hizo violento; en este momento ya ni su insólita belleza podría salvarla. Papito dejó de amarla. Una muerte a destiempo fue el final del amor, el odio, el sufrimiento y la infelicidad.
Mamita, que ya no podía encontrar felicidad en la sociedad, llevaba una vida de reclusión. Tomando esta condición en cuenta, le pregunté a papá si podía cabalgar; papá ordenó que me confeccionaran un chekmen´[21] de cosaco y me dio a su Alceo como un regalo. Desde este momento fui la siempre presente compañera de mi padre en sus paseos fuera de la ciudad. Le gustaba enseñarme a cabalgar con elegancia, sujetarme fuertemente a la montura y a controlar hábilmente al caballo. Yo era una estudiante que lo comprendía todo fácilmente. A papito le encantó mi soltura y mi valentía; ¡solía decir que yo era la viva representación de sus años de juventud y que hubiera sido su apoyo en la vejez y la honra de su apellido si hubiera nacido un niño! Mi cabeza daba vueltas, pero este remolino era ya habitual. Yo ya no era una niña, ¡tenía diez y seis años! Los irresistibles placeres aristocráticos, la vida en Rusia Menor y los ojos negros de Kiriyak se desvanecieron, como un sueño, de mi memoria; pero mi niñez, que pasé en los campamentos entre húsares, se pintaba con vivos colores en mi imaginación. Todo resucitó en mi alma. Yo no entendía cómo no pude, por casi dos años, pensar en mi plan. Mi mamá, aplastada por el dolor, pintaba con aún peores colores al papel de la mujer.
El calor de la batalla ardía en mi alma con una fuerza incontrolable, sueños se encendieron en mí y empecé a buscar activamente formas para hacer realidad mis intenciones pasadas: Convertirme en un militar, ser un hijo para mi padre y para siempre diferenciarme del género сuyo destino y perpetua dependencia empezaban a asustarme.
Mamita todavía no se había ido a curar en Perm cuando llegó un batallón de cosacos a la ciudad... (Para controlar los robos y matanzas perpetradas por tártaros[22]). Papito solía invitar a comer al general y a los oficiales y después salía con ellos a pasear a caballo por la ciudad. Tuve la prudencia de nunca formar parte de esos paseos. Era necesario que ellos nunca me vieran en un chekmen´, que nunca supieran como me veía vestida como un hombre. ¡Un rayo de luz iluminó mi mente cuando los cosacos entraron en la ciudad! Allí vi la mejor manera de cumplir ese plan que tanto tiempo había ideado; vi la posibilidad de esperar por el ataque de los cosacos e irme con ellos hasta el lugar donde están asentadas las tropas regulares.
Al fin, llegó el momento de poner en práctica mi plan tan bien detallado. Los cosacos recibieron la orden de marcharse y se fueron el 15 de septiembre de 1806. A cincuenta verstas[23] de la ciudad tenía que estar su paradero. El diez y siete era el día de mi onomástico y también el día en el que, ya sea por mi destino, una coincidencia o mis irresistibles inclinaciones, estaba escrito que escapara del hogar de mi padre y empezara una nueva forma de vida. El diez y siete de septiembre me desperté antes del amanecer y me senté a la ventana esperándolo. ¡Es probable que este sea el último amanecer que vea en el lugar donde nací! ¿Qué me espera en el tumultuoso mundo? ¿Sería posible que la maldición de mi madre y el dolor de mi padre me siguieran? ¿Vivirían? ¿Me esperarían aquellos éxitos que he alimentado en mi gigantesca imaginación? ¡Sería terrible que su muerte le quitara razón a mis actos! Estos pensamientos se acumulaban en mi mente y se cambiaban unos con otros. La pesadumbre de mi corazón brilló en las lágrimas en mis pestañas. En este momento se alzaba el amanecer, pronto se esparció un resplandor escarlata y su hermosísima luz se vertió dentro de mi alcoba e iluminó a un objeto: el sable de mi padre, que colgaba directamente frente a la ventana, parecía en llamas. Me emocioné. Tomé el sable de la pared, lo desenvainé y, al verlo, lo clavé en mi pensamiento; ese sable había sido mi juguete desde que estaba en pañales. ¿Si fue mi alegría y mi ejercicio en mis años infantiles, por qué entonces no sería mi protección y mi gloria en el campo de batalla? —Te llevaré con honor.— Dije después de besar la hoja y envainar la espada. Salió el sol. En este día mamita me había regalado una cadena de oro; papito, trescientos rublos y la montura de tela escarlata de un húsar; hasta mi hermano menor me regaló su reloj de oro. Al tomar los regalos de mis padres, pensaba con tristeza en que ellos no se daban cuenta de que me estaban preparando para un viaje largo y peligroso.
Ese día lo pasé con mis amigas. A las once de la noche fui a despedirme de mi madre como lo hacía todos los días cuando me iba a dormir. Sin fuerzas para contener lo que sentía, besé varias veces sus manos y las apreté contra mi corazón: algo que nunca antes había hecho ni volvería a hacer. Aunque mamita no me quería, de todos modos se sintió conmovida por el exceso de afecto y sumisión infantil que mostraba. Cuando besó mi cabeza me dijo: “¡Vete con Dios!” Estas palabras significaron mucho para mí, ya nunca más escucharía ni una dulce palabra de mi madre. Las tomé como una bendición, besé por última vez sus manos, y me fui.
Mis aposentos estaban en el jardín. Ocupaba el piso de abajo de una casita; y mi padre, el de arriba. Él tenía la costumbre de visitarme cualquier día por media hora. Le gustaba mucho cuando le contaba dónde había estado, qué había hecho y qué había leído. Y esperando pues la acostumbrada visita de papá, puse mis ropas de cosaco en la cama detrás de la cortina, puse una silla al lado del fogón[24] y empecé a esperar a papito quien estaría por llegar a mis aposentos. Pronto escuché el crujido de las hojas que provocó el andar de una persona por el callejón. Mi corazón dio un salto. La puerta se abrió y papito entró. “¿Por qué estás tan pálida?” —preguntó mientras se sentaba en el sillón,— "¿Te sientes bien?" Yo contenía el aliento con fuerza, lista para desgarrarme el pecho; sería la última vez que mi padre entraría en mi cuarto seguro de encontrar en él a su hija. Al día siguiente pasaría por allí con tristeza y acontecido, ¡un vacío sepulcral y el silencio lo habitarían! Mi padre me veía fijamente: —¿Qué te pasa? Tú estás enferma en serio.— Yo respondí que tenía frío y que estaba cansada. —¿Por qué no has calentado tu cuarto? Se está poniendo húmedo y frío. Después de callar por un momento, papito preguntó: “¿Por qué no le has ordenado a Efim que suelte a Alceo? Ya casi no sale. Tú misma ya no lo cabalgas, y además no dejas que nadie más lo haga. Ha estado tanto tiempo parado que ya ha empezado a dar brincos en el establo. Definitivamente tienes que ir a cabalgar con él.” Yo dije que iba a ordenar que lo hicieran y callé de nuevo. “—¿Estás un poco triste, amiga mía. Disculpa, ve a dormir.—” dijo papito, se levantó y me besó en la frente. Me abrazó con un solo brazo y me apretó a su pecho; besé sus dos manos intentando no derramar lágrimas listas para rodar de mis mejillas como granizo. El temblor de mi cuerpo transformó el sentimiento que yacía en mi corazón. ¡Ay, mi padre lo atribuyó al frío! “Pero mira qué fría estás.”— dijo él. Besé sus manos de nuevo. “¡Querida hija!” susurró papito, me dio un golpecito en la mejilla y se fue. Me quedé de rodillas cerca de los sillones donde había estado sentado y, como adorándolo, besaba el lugar donde había estado su pierna mientras lo cubría de lágrimas. Después de media hora, cuando mi tristeza había menguado un poco, me repuse para quitarme mi vestido de mujer, me acerqué al espejo, corté mis rizos, los dejé en la mesa, me puse una capucha de satén y empecé a ponerme el uniforme de cosaco. Al apretarme el cinturón de seda negro y ponerme un gorro alto con copa de color rosa, consideré mi aspecto transformado después de un cuarto de hora; el cabello bien corto me daba una completamente nueva fisionomía. Estaba segura de que a nadie se le ocurriría poner en duda cuál era mi género. Un fuerte crujido de hojas y el relincho de un caballo me dejaron saber que Efim llevaba a Alceo al patio de atrás. Para terminar, estiré mis brazos en señal de súplica a la imagen de Nuestra Señora, que ya muchos años había escuchado mis oraciones, y me fui. Al fin, la puerta de la casa de mi padre se cerraba detrás de mí y, ¿quién sabe?, ¡podría ser que ya nunca más se abriera!
Le había ordenado a Efim que fuera con Alceo derecho por el camino hasta la montaña Startsovaya y que me esperara cerca del bosque, yo corría lo más rápido posible por la costa del río Kama, boté allí mi capote que cayó en la arena con todos los accesorios de ropa de mujer. Yo no había tomado la bárbara decisión de dejar que mi padre pensara que me había ahogado; estaba segura de que él no podía pensar eso. Yo solo quería darle la oportunidad de responder sin rodeos a las dificilísimas preguntas de nuestros conocidos de pobre entendimiento. Habiendo dejado el vestido en la playa, subí directamente a la montaña por el sendero marcado por cabras. La noche era fría y clara, la luna brillaba totalmente. Paré para ver de nuevo la hermosísima y grandiosa vista que se habría desde la montaña: Más allá del Kama, en un campo interminable, se podían ver las gobernaciones de Orenburg y de Perm, los oscuros y espesos bosques, y los lagos especulares se dibujaban como en un cuadro. La ciudad, a pies de la rocosa montaña, dormía en el silencio de la medianoche. Los rayos de luna jugaban y se reflejaban en los dorados domos del templo y brillaban en el techo de la casa donde crecí... ¿Qué estaría pensando papá? ¿Pudo haberle dicho su corazón que al día siguiente su querida hija ya no iría a desearle un buen día?
En el silencio de la noche llegaron claramente hasta mis oídos los gritos de Efim y los fuertes relinchos de Alceo. Corrí hasta ellos en el momento preciso: Efim temblaba del frío, le gritaba a Alceo porque no se llevaban bien, y a mi por la lentitud. Tomé mi caballo de sus manos, me apeé, le dejé a Efim los cincuenta rublos prometidos para que no le dijera nada a papito y, dejando ir las riendas, desaparecí en un instante de su sorprendida vista.
Alceo galopó a la misma velocidad por cuatro verstas, pero yo tenía que hacer cincuenta esa noche, hasta el pueblo donde sabía que estaba el asentamiento del batallón de cosacos. Entonces, manteniendo el trote de mi caballo, cabalgué; pronto entré en un oscuro bosque de pinos que se extendía por treinta verstas. Continuaba a trote ya que deseaba mantener las fuerzas de mi Alceo y, rodeada por el silencio de muerte del bosque y la oscuridad de la noche otoñal, me puse a pensar: “¡Así que ahora se hará mi voluntad! ¡Soy libre! ¡Independiente! Tomé la libertad que me pertenecía. ¡Libertad! ¡Precioso don del cielo que imprescriptiblemente le pertenece a cada individuo! ¡Supe cómo hacerla mía, resguardarla de cualquier pretensión en el futuro, y desde ahora hasta mi muerte será mi herencia y mi orgullo!”
Nubes encapotaron todo el cielo. Oscureció en el bosque, tanto que no podía ver más allá de tres sazhen[25] y al fin un fuerte viento que se alzaba desde el norte me dejó ir más rápido. Mi Alceo empezó a correr y al amanecer llegué al pueblo donde estaba asentado el batallón de cosacos.
[1]Nombre con el que se conocía a territorios de las actuales Ucrania, Polonia y Bielorusia.
[2]Soldado de caballería ligera del Imperio Ruso. Se caracterizaban por su uniforme parecido al del ejército húngaro.
[3]La palabra usada fue ротмистр. Un cargo en el ejército imperial ruso equivalente a capitán de caballería.
[4]Forma peyorativa de nombrar a moscovitas y, en consecuencia, a rusos en general.
[5]Héroes de cuentos folclóricos rusos. Jinetes caracterizados por su fuerza y heroísmo.
[6]Ciudad en el sur de la actual Ucrania.
[7]Del término городничный, cargo en la Rusia imperial parecido a un jefe policial.
[8]Unidad territorial administrativa desde la Rusia antigua hasta 1922, ya en la Unión Soviética.
[9]Nombre con el que su padre mortal bautizó a Heracles.
[10]Río ubicado en la parte este de Rusia europea. Es el principal afluente del río Volga.
[11]Ubicada cerca de la ciudad de Sarápul, en la actual Federación rusa.
[12]Ciudad situada al noreste de la actual Ucrania.
[13]Río ubicado en la actual Ucrania.
[14]Apellido de una de las casas nobles de Rusia Menor.
[15]Ciudad de la actual Ucrania
[16]Apellido de una casa noble de Rusia.
[17]De la palabra аршин, unidad de medida de la Rusia antigua equivalente a 71,12 cm.
[18]De la palabra панночка, manera informal de dirigirse a señoritas de la nobleza.
[19]Сiudad ubicada a orillas del río Kama en la parte europea de la actual Federación rusa.
[20]Fyodor Jristofórovich Grak, famoso doctor y filántropo de la época.
[21]Del idioma tártaro. Prenda masculina. Casaca militar larga que forma unos como faldones cuando se usa un cinturón.
[22] Esta oración no se encuentra en todas las ediciones del libro.
[23]Unidad de longitud rusa equivalente a 1067 metros. Actualmente en desuso.
[24]De la palabra печь.
[25]Unidad de longitud equivalente a 2,16 metros
ДЕТСКИЕ ЛЕТА МОИ
Мать моя, урожденная Александровичева, была одна из прекраснейших девиц в Малороссии. В конце пятнадцатого года ее от рождения женихи толпою предстали искать руки ее. Из всего их множества сердце матери моей отдавало преимущество гусарскому ротмистру Дурову; но, к несчастию, выбор этот не был выбором отца ее, гордого властолюбивого пана малороссийского. Он сказал матери моей, чтоб она выбросила из головы химерическую мысль выйти замуж за москаля, а особливо военного. Дед мой был величайший деспот в своем семействе; если он что приказывал, надобно было слепо повиноваться, и не было никакой возможности ни умилостивить его, ни переменить однажды принятого им намерения. Следствием этой неумеренной строгости было то, что в одну бурную осеннюю ночь мать моя, спавшая в одной горнице с старшею сестрою своей, встала тихонько с постели, оделась, и, взяв салоп и капор, в одних чулках, утаивая дыхание, прокралась мимо сестриной кровати, отворила тихо двери в залу, тихо затворила, проворно перебежала ее и, отворя дверь в сад, как стрела полетела по длинной каштановой аллее, оканчивающейся у самой калитки. Мать моя поспешно отпирает эту маленькую дверь и бросается в объятия ротмистра, ожидавшего ее с коляскою, запряженною четырьмя сильными лошадьми, которые, подобно ветру, тогда бушевавшему, понесли их по киевской дороге.
В первом селе они обвенчались и поехали прямо в Киев, где квартировал полк Дурова. Поступок матери моей хотя и мог быть извиняем молодостию, любовью и достоинствами отца моего, бывшего прекраснейшим мужчиною, имевшего кроткий нрав и пленительное обращение, но он был так противен патриархальным нравам края малороссийского, что дед мой в первом порыве гнева проклял дочь свою.
В продолжение двух лет мать моя не переставала писать к отцу своему и умолять его о прощении; но тщетно: он ничего слышать не хотел, и гнев его возрастал, по мере как старались смягчить его. Родители мои, потерявшие уже надежду умилостивить человека, почитавшего упорство характерностью, покорились было своей участи, перестав писать к неумолимому отцу; но беременность матери моей оживила угасшее мужество ее; она стала надеяться, что рождение ребенка возвратит ей милости отцовские.
Мать моя страстно желала иметь сына и во все продолжение беременности своей занималась самыми обольстительными мечтами; она говорила: "У меня родится сын, прекрасный, как амур! я дам ему имя Модест; сама буду кормить, сама воспитывать, учить, и мой сын, мой милый Модест будет утехою всей жизни моей..." Так мечтала мать моя; но приближалось время, и муки, предшествовавшие моему рождению, удивили матушку самым неприятным образом; они не имели места в мечтах ее и произвели на нее первое невыгодное для меня впечатление. Надобно было позвать акушера, который нашел нужным пустить кровь; мать моя чрезвычайно испугалась этого, но делать нечего, должно было покориться необходимости. Кровь пустили, и вскоре после этого явилась на свет я, бедное существо, появление которого разрушило все мечты и ниспровергнуло все надежды матери.
"Подайте мне дитя мое!" - сказала мать моя, как только оправилась несколько от боли и страха. Дитя принесли и положили ей на колени. Но увы! это не сын, прекрасный, как амур! это дочь, и дочь богатырь!! Я была необыкновенной величины, имела густые черные волосы и громко кричала. Мать толкнула меня с коленей и отвернулась к стене.
Через несколько дней маменька выздоровела и, уступая советам полковых дам, своих приятельниц, решилась сама кормить меня. Они говорили ей, что мать, которая кормит грудью свое дитя, через это самое начинает любить его. Меня принесли; мать взяла меня из рук женщины, положила к груди и давала мне сосать ее; но, видно, я чувствовала, что не любовь материнская дает мне пищу, и потому, несмотря на все усилия заставить меня взять грудь, не брала ее; маменька думала преодолеть мое упрямство терпением и продолжала держать меня у груди, но, наскуча, что я долго не беру, перестала смотреть на меня и начала говорить с бывшею у нее в гостях дамою. В это время я, как видно, управляемая судьбою, назначавшею мне солдатский мундир, схватила вдруг грудь матери и изо всей силы стиснула ее деснами. Мать моя закричала пронзительно, отдернула меня от груди и, бросив в руки женщины, упала лицом в подушки.
"Отнесите, отнесите с глаз моих негодного ребенка и никогда не показывайте", - говорила матушка, махая рукою и закрывая себе голову подушкою.
Мне минуло четыре месяца, когда полк, где служил отец мой, получил повеление идти в Херсон; так как это был домашний поход, то батюшка взял семейство с собою. Я была поручена надзору и попечению горничной девки моей матери, одних с нею лет. Днем девка эта сидела с матушкою в карете, держа меня на коленях, кормила из рожка коровьим молоком и пеленала так туго, что лицо у меня синело и глаза наливались кровью; на ночлегах я отдыхала, потому что меня отдавали крестьянке, которую приводили из селения; она распеленывала меня, клала к груди и спала со мною всю ночь; таким образом, у меня на каждом переходе была новая кормилица.
Ни от переменных кормилиц, ни от мучительного пеленанья здоровье мое не расстраивалось. Я была очень крепка и бодра, но только до невероятности криклива. В один день мать моя была весьма в дурном нраве; я не дала ей спать всю ночь; в поход вышли на заре, маменька расположилась было заснуть в карете, но я опять начала плакать, и, несмотря на все старания няньки утешить меня, я кричала от часу громче: это переполнило меру досады матери моей; она вышла из себя и, выхватив меня из рук девки, выбросила в окно! Гусары вскрикнули от ужаса, соскочили с лошадей и подняли меня всю окровавленную и не подающую никакого знака жизни; они понесли было меня опять в карету, но батюшка подскакал к ним, взял меня из рук их и, проливая слезы, положил к себе на седло. Он дрожал, плакал, был бледен, как мертвый, ехал не говоря ни слова и не поворачивая головы в ту сторону, где ехала мать моя. К удивлению всех, я возвратилась к жизни и, сверх чаяния, не была изуродована; только от сильного удара шла у меня кровь из рта и носа; батюшка с радостным чувством благодарности поднял глаза к небу, прижал меня к груди своей и, приблизясь к карете, сказал матери моей:
"Благодари бога, что ты не убийца! Дочь наша жива; но я не отдам уже ее тебе во власть; я сам займусь ею". Сказав это, поехал прочь и до самого ночлега вез меня с собою; не обращая ни взора, ни слов к матери моей.
С этого достопамятного дня жизни моей отец вверил меня промыслу божию и смотрению флангового гусара Астахова, находившегося неотлучно при батюшке как на квартире, так и в походе. Я только ночью была в комнате матери моей; но как только батюшка вставал и уходил, тотчас уносили меня. Воспитатель мой Астахов по целым дням носил меня на руках, ходил со мною в эскадронную конюшню, сажал на лошадей, давал играть пистолетом, махал саблею, и я хлопала руками и хохотала при виде сыплющихся искр и блестящей стали; вечером он приносил меня к музыкантам, игравшим пред зарею разные штучки; я слушала и, наконец, засыпала. Только сонную и можно было отнесть меня в горницу; но когда я не спала, то при одном виде материной комнаты я обмирала от страха и с воплем хваталась обеими руками за шею Астахова. Матушка, со времени воздушного путешествия моего из окна кареты, не вступалась уже ни во что, до меня касающееся, и имела для утешения своего другую дочь, точно уже прекрасную, как амур, в которой она, как говорится, души не слышала.
Дед мой, вскоре по рождении моем, простил мать мою и сделал это весьма торжественным образом: он поехал в Киев, просил Архиерея разрешить его от необдуманной клятвы не прощать никогда дочь свою и, получив пастырское разрешение, тогда уже написал к матери моей, что прощает ее, благословляет брак ее и рожденное от него дитя; что просит ее приехать к нему, как для того, чтобы лично принять благословение отца, так и для того, чтобы получить свою часть приданого. Мать моя не имела возможности пользоваться этим приглашением до самого того времени, как батюшке надобно было выйти в отставку; мне было четыре года с половиною, когда отец мой увидел необходимость оставить службу. В квартире его, кроме моей кроватки, были еще две колыбели; походная жизнь с таким семейством делалась невозможною; он поехал в Москву искать места по статской службе, а мать со мною и еще двумя детьми отправилась к своему отцу, где и должна была жить до возвращения мужа. Взяв меня из рук Астахова, мать моя не могла уже ни одной минуты быть ни покойна, ни весела; всякий день я сердила ее странными выходками и рыцарским духом своим; я знала твердо все командные слова, любила до безумия лошадей, и когда матушка хотела заставить меня вязать шнурок, то я с плачем просила, чтоб она дала мне пистолет, как я говорила, пощелкать; одним словом, я воспользовалась как нельзя лучше воспитанием, данным мне Астаховым! С каждым днем воинственные наклонности мои усиливались, и с каждым днем более мать не любила меня. Я ничего не забывала из того, чему научилась, находясь беспрестанно с гусарами; бегала и скакала по горнице во всех направлениях, кричала во весь голос: "Эскадрон? направо заезжай! с места! марш-марш!" Тетки мои хохотали, а матушка, которую все это приводило в отчаяние, не знала границ своей досаде, брала меня в свою горницу, ставила в угол и бранью и угрозами заставляла горько плакать. Отец мой получил место городничего в одном из уездных городов и отправился туда со всем своим семейством; мать моя, от всей души меня не любившая, кажется, как нарочно делала все, что могло усилить и утвердить и без того необоримую страсть мою к свободе и военной жизни: она не позволяла мне гулять в саду, не позволяла отлучаться от нее ни на полчаса; я должна была целый день сидеть в ее горнице и плесть кружева; она сама учила меня шить, вязать, и, видя, что я не имею ни охоты, ни способности к этим упражнениям, что все в. руках моих и рвется и ломается, она сердилась, выходила из себя и била меня очень больно по рукам.
Мне минуло десять лет. Матушка имела неосторожность говорить при мне отцу моему, что она не имеет сил управиться с воспитанницею Астахова, что это гусарское воспитание пустило глубокие корни, что огонь глаз моих пугает ее и что она желала бы лучше видеть меня мертвою, нежели с такими наклонностями. Батюшка отвечал, что я еще дитя, что не надобно замечать меня, и что с летами я получу другие наклонности, и все пройдет само собою. "Не приписывай этому ребячеству такой важности, друг мой!" - говорил батюшка. Судьбе угодно было, чтоб мать моя не поверила и не последовала доброму совету мужа своего... Она продолжала держать меня взаперти и не дозволять мне ни одной юношеской радости. Я молчала и покорялась; но угнетение дало зрелость уму моему. Я приняла твердое намерение свергнуть тягостное иго и, как взрослая, начала обдумывать план успеть в этом. Я решилась употребить все способы выучиться ездить верхом, стрелять из ружья и, переодевшись, уйти из дома отцовского. Чтобы начать приводить в действо замышляемый переворот в жизни моей, я не пропускала ни одного удобного случая украсться от надзора матушки; эти случаи представлялись всякий раз, как к матушке приезжали гости; она занималась ими, а я, я, не помня себя от радости, бежала в сад к своему арсеналу, то есть темному углу за кустарником, где хранились мои стрелы, лук, сабля и изломанное ружье; я забывала целый свет, занимаясь своим оружием, и только пронзительный крик ищущих меня девок заставлял меня с испугом бежать им навстречу. Они отводили меня в горницу, где всегда уже ожидало меня наказание. Таким образом минуло два года, и мне было уже двенадцать лет; в это время батюшка купил для себя верховую лошадь - черкесского жеребца, почти неукротимого. Будучи отличным наездником, отец мой сам выездил это прекрасное животное и назвал его Алкидом. Теперь все мои планы, намерения и желания сосредоточились на этом коне; я решилась употребить все, чтоб приучить его к себе, и успела; я давала ему хлеб, сахар, соль; брала тихонько овес у кучера и насыпала в ясли; гладила его, ласкала, говорила с ним, как будто он мог понимать меня, и наконец достигла того, что неприступный конь ходил за мною, как кроткая овечка.
Почти всякий день я вставала на заре, уходила потихоньку из комнаты и бежала в конюшню; Алкид встречал меня ржанием, я давала ему хлеба, сахару и выводила на двор; потом подводила к крыльцу и со ступеней садилась к нему на спину; быстрые движения его, прыганье, храпенье нисколько не пугали меня: я держалась за гриву и позволяла ему скакать со мною по всему обширному двору, не боясь быть вынесенною за ворота, потому что они были еще заперты. Случилось один раз, что забава эта прервалась приходом конюха, который, вскрикнув от страха и удивления, спешил остановить галопирующего со мною Алкида; но конь закрутил головой, взвился на дыбы и пустился скакать по двору, прыгая и брыкая ногами. К счастию моему, обмерший от страха Ефим потерял употребление голоса, без чего крик его встревожил бы весь дом и навлек бы мне жестокое наказание. Я легко усмирила Алкида, лаская его голосом, трепля и гладя рукою; он пошел шагом, и когда я обняла шею его и прислонилась к ней лицом, то он тотчас остановился, потому что таким образом я всегда сходила, или, лучше сказать, сползала, с него. Теперь Ефим подошел было взять его, бормоча сквозь зубы, что он скажет это матушке; но я обещала отдавать ему все свои карманные деньги, если он никому не скажет и позволит мне самой отвести Алкида в конюшню; при этом обещании лицо Ефима выяснелось, он усмехнулся, погладил бороду и сказал: "Ну извольте, если этот пострел вас более слушается, нежели меня!" Я повела в торжестве Алкида в конюшню, и, к удивлению Ефима, дикий конь шел за мною смирно и, сгибая шею, наклонял ко мне голову, легонько брал губами мои волосыили за плечо.
С каждым днем я делалась смелее и предприимчивее и, исключая гнева матери моей, ничего в свете не страшилась. Мне казалось весьма странным, что сверстницы мои боялись оставаться одни в темноте; я, напротив, готова была в глубокую полночь идти на кладбище, в лес, в пустой дом, в пещеру, в подземелье. Одним словом, не было места, куда б я не пошла ночью так же смело, как и днем; хотя мне так же, как и другим детям, были рассказываемы повести о духах, мертвецах, леших, разбойниках и русалках, щекочущих людей насмерть; хотя я от всего сердца верила этому вздору, но нисколько, однако ж, ничего этого не боялась; напротив, я жаждала опасностей, желала бы быть окруженною ими, искала бы их, если б имела хотя малейшую свободу; но неусыпное око матери моей следило каждый шаг, каждое движение мое.
В один день матушка поехала с дамами гулять в густой бор за Каму и взяла меня с собою для того, как она говорила, чтоб я не сломила себе головы, оставшись одна дома. Это было в первый еще раз в жизни моей, что вывезли меня на простор, где я видела и густой лес, и обширные поля, и широкую реку! Я едва не задохлась от радости, и только что мы вошли в лес, как я, не владея собою от восхищения, в ту же минуту убежала - и бежала до тех пор, пока голоса компании сделались неслышны; тогда-то радость моя была полная и совершенная: я бегала, прыгала, рвала цветы, взлезала на вершины высоких дерев, чтоб далее видеть, взлезала на тоненькие березки и, схватясь за верхушку руками, соскакивала вниз, и молодое деревце легонько ставило меня на землю! Два часа пролетели как две минуты! Между тем меня искали, звали в несколько голосов; я, хотя и слышала их, но как расстаться с пленительною свободою! Наконец, уставши чрезвычайно, я возвратилась к обществу; мне не трудно было найти их, потому что голоса, меня зовущие, не умолкали. Я нашла мать мою и всех дам в страшном беспокойстве; они вскрикнули от радости, увидев меня; но матушка, угадав по довольному лицу моему, что я не заплуталась, но ушла добровольно, пришла в сильный гнев. Она толкнула меня в спину и назвала проклятою девчонкою, заклявшуюся сердить ее всегда и везде! Мы приехали домой; матушка от самой залы до своей спальни вела и драла меня за ухо; приведши к подушке с кружевом, приказала мне работать, не разгибаясь и не поворачивая никуда головы. "Вот я тебя, негодную, привяжу на веревку и буду кормить одним хлебом!" Сказавши это, она пошла к батюшке рассказать о моем, как она называла, чудовищном поступке, а я осталась перебирать коклюшки, ставить булавки и думать о прекрасной природе, в первый раз еще виденной мною во всем ее величии и красоте! С этого дня надзор и строгость матери моей хотя сделались еще неусыпнее, но не могли уже ни устрашить, ни удержать меня.
От утра до вечера сидела я за работою, которой, надобно признаться, ничего в свете не могло быть гаже, потому что я не могла, не умела и не хотела уметь делать ее, как другие, но рвала, портила, путала, и передо мною стоял холстинный шар, на котором тянулась полосою отвратительная путаница - мое кружево, и за ним-то я сидела терпеливо целый день, терпеливо потому, что план мой был уже готов и намерение принято. Как скоро наступала ночь, все в доме утихало, двери запирались, в комнате матушки погашен огонь, я вставала, тихонько одевалась, украдкою выходила через заднее крыльцо и бежала прямо в конюшню; там брала я Алкида, проводила его через сад на скотный двор и здесь уже садилась на него и выезжала через узкий переулок прямо к берегу и к Старцовой горе; тут я опять вставала с лошади и взводила ее на гору за недоуздок в руках, потому что, не умея надеть узды на Алкида, я не могла бы заставить его добровольно взойти на гору, которая в этом месте имела утесистую крутизну; итак, я взводила его за недоуздок в руках и, когда была на ровном месте, отыскивала пень или бугор, с которого опять садилась на спину Алкида, и до тех пор хлопала рукою по шее и щелкала языком, пока добрый конь пускался в галоп, вскачь и даже в карьер; при первом признаке зари я возвращалась домой, ставила лошадь в конюшню и, не раздеваясь, ложилась спать, через что и открылись, наконец, мои ночные прогулки. Девка, имевшая за мною смотренье, находя меня всякое утро в постели совсем одетую, сказала об этом матери, которая и взяла на себя труд посмотреть, каким образом и для чего это делается; мать моя сама видела, как я вышла в полночь совсем одетая и, к неизъяснимому ужасу се, вывела из конюшни злого жеребца! Она не смела остановить меня, считая лунатиком, не смела кричать, чтобы не испугать меня, но, приказав дворецкому и Ефиму смотреть за мною, пошла сама к батюшке, разбудила его и рассказала все происшествие; отец удивился и поспешно встал, чтоб идти увидеть своими глазами эту необычайность. Но все уже кончилось скорее, нежели ожидали: меня и Алкида вели в триумфе обратно каждого в свое место. Дворецкий, которому матушка приказала идти за мною, видя, что я хочу садиться на лошадь, и, не считая меня, как считала матушка, лунатиком, вышел из засады и спросил: "Куда вы, барышня?"
После этого происшествия мать моя хотела непременно, чего бы то ни стоило, избавиться моего присутствия и для того решились отвезти меня в Малороссию к бабке, старой Александровичевой. Мне наступал уже четырнадцатый год, я была высока ростом, тонка и стройна; но воинственный дух мой рисовался в чертах лица, и, хотя я имела белую кожу, живой румянец, блестящие глаза и черные брови, но зеркало мое и матушка говорили мне всякий день, что я совсем не хороша собою. Лицо мое было испорчено оспою, черты неправильны, а беспрестанное угнетение свободы и строгость обращения матери, а иногда и жестокость напечатлели на физиономии моей выражение страха и печали. Может быть, я забыла бы наконец все свои гусарские замашки и сделалась обыкновенною девицею, как и все, если б мать моя не представляла в самом безотрадном виде участь женщины. Она говорила при мне в самых обидных выражениях о судьбе этого пола: женщина, по ее мнению, должна родиться, жить и умереть в рабстве; что вечная неволя, тягостная зависимость и всякого рода угнетение есть ее доля от колыбели до могилы; что она исполнена слабостей, лишена всех совершенств и не способна ни к чему; что, одним словом, женщина самое несчастное, самое ничтожное и самое презренное творение в свете! Голова моя шла кругом от этого описания; я решилась, хотя бы это стоило мне жизни, отделиться от пола, находящегося, как я думала, под проклятием божиим. Отец тоже говорил часто: "Если б вместо Надежды был у меня сын, я не думал бы что будет со мною под старость; он был бы мне подпорою при вечере дней моих". Я едва не плакала при этих словах отца, которого чрезвычайно любила. Два чувства, столь противоположные - любовь к отцу и отвращение к своему полу, - волновали юную душу мою с одинаковою силою, и я с твердостию и постоянством, мало свойственными возрасту моему, занялась обдумыванием плана выйти из сферы, назначенной природою и обычаями женскому полу.
При таком-то расположении ума и воли моей, в начале четырнадцатого года моего от рождения, отвезла меня мать моя в Малороссию к бабке и оставила у нее. Деда не было уже на свете. Всю нашу семью составляли бабка моя осьмидесятилетняя, умная и благочестивая женщина; она была некогда красавица и известна по необычайной кротости нрава; сын ее, а мой дядя, средних лет человек, пригожий, добрый, чувствительный и до несносности капризный, был женат на девице редкой красоты из фамилии Лизогубов, живущих в Чернигове; и, наконец, тетка лет сорока пяти, девица. Я более всех любила молодую и прекрасную жену дяди, но никогда однако ж не оставалась охотно в сообществе моих родных: они были так важны. так набожны, такие непримиримые враги воинственных наклонностей в девице, что я боялась думать в их присутствии о своих любимых намерениях. Хотя свободы моей не стесняли ни в чем, хотя я могла с утра до вечера гулять, где хочу, не опасаясь быть браненною, но если б я осмелилась намекнуть только о верховой езде, то, думаю, меня осудили бы на церковное покаяние. Так нелицемерен был ужас родных моих при одной мысли об этих противозаконных и противоестественных, по их мнению, упражнениях женщин, а особливо девиц!
Под ясным небом Малороссии я приметно поздоровела, хотя в то же время загорела, почернела и подурнела еще более. Здесь меня не шнуровали и не морили за кружевом. Любя страстно природу и свободу, я все дни проводила, или бегая по лесным дачам дядиного поместья, или плавая по Удаю в большой ладье, называемой в Малороссии дуб. Может быть, этой последней забавы не позволили б мне, если б знали об ней; но я имела предосторожность пускаться в навигацию после обеда, когда зоркие глаза молодой тетки закрывались для сна. Дядя уходил заниматься хозяйством или читал газеты, которые тетушка-девица слушала с большим участием; оставалась только бабушка, которая могла бы увидеть меня; но она имела уже слабое зрение, и я в совершенной безопасности разъезжала прямо перед ее окнами.
Весною приехала к нам еще одна тетка моя, Значко-Яворская, живущая близ города Лубен; она полюбила меня и выпросила у бабушки позволение взять меня к себе на все лето.
Здесь и занятия мои и удовольствия были совсем другие; тетка была строгая женщина, наблюдавшая неослабный порядок и приличие во всем; она жила открыто, была знакома с лучшим обществом из окружных помещиков, имела хорошего повара и часто делала балы; я увидела себя в другой сфере. Не слыша никогда брани и укоризн женскому полу, я мирилась несколько с его участию, особливо видя вежливое внимание и угождения мужчин. Тетка одевала меня очень хорошо и старалась свесть загар с лица моего; воинские мечты мои начинали понемногу изглаживаться в уме моем; назначение женщин не казалось уже мне так страшным, и мне наконец понравился новый род жизни моей. К довершению успокоения бурных помыслов моих, дали мне подругу; у тетушки жила другая племянница ее, Остроградская, годом моложе меня. Мы обе были неразлучны; утро проводили в комнате у тетки нашей, читая, рисуя или играя; после обеда до самого чаю мы были свободны гулять и тотчас уходили в ливаду; так называется часть земли, обыкновенно примыкающая к саду и отделяемая от него одним только рвом; я перескакивала его с легкостью дикой козы; сестра следовала моему примеру, и мы в продолжение урочного времени нашей прогулки облетали все соседние ливады во всем их пространстве.
Тетка моя, как и все малороссиянки, была очень набожна, строго наблюдала и исполняла все обряды, предписываемые религиею. Всякий праздник ездила к обедне, вечерне и заутрене; я и сестры должны были делать то же. Сначала мне очень не хотелось вставать до свету, чтоб идти в церковь, но в соседстве у нас жила помещица Кириякова с сыном и также всегда приезжала в церковь. В ожидании начатия службы Кириякова разговаривала с теткою, а сын ее, молодой человек лет двадцати пяти, подходил к нам, или, лучше сказать, ко мне, потому что он говорил только со мною. Он был очень недурен собою, имел прекрасные черные глаза, волосы и брови и юношескую свежесть лица; я очень полюбила божественную службу и к заутрене вставала всегда уже прежде тетушки. Наконец разговоры мои с молодым Кирияковым обратили на себя внимание тетки моей. Она стала замечать, расспрашивать сестру, которая тотчас и сказала, что Кирияк брал мою руку и просил меня отдать ему кольцо, говоря, что тогда сочтет себя уполномоченным говорить с тетушкою.
Получа такое объяснение от сестры моей, тетка призвала меня к себе: "Что говорит с тобою сын нашей соседки всякий раз, когда мы бываем вместе?" Не умея вовсе притворяться, я рассказала тотчас все, что было мне говорено. Тетушка покачала головою; ей это очень не нравилось. "Нет, - говорила она, - не так ищут руки девицы! К чему объясняться с тобою! Надобно было прямо отнестись к твоим родственникам!" После этого меня отвезли обратно к бабке; я долго скучала о молодом Кирияке. Это была первая склонность, и думаю, что если б тогда отдали меня за него, то я навсегда простилась бы с воинственными замыслами; но судьба, предназначавшая мне поприщем ратное поле, распорядила иначе. Старая Кириякова просила тетку мою осведомиться, имею ли я какое приданое, и, узнавши, что оно состоит из нескольких аршин лент, полотна и кисеи, а более ничего, запретила сыну своему думать обо мне.
Мне наступил пятнадцатый год, как в один день принесли дяде моему письмо, повергшее всех в печаль и недоумение. Письмо было от батюшки; он писал к матери моей, умолял ее простить ему, возвратиться и давал клятву все оставить. Никто ничего не мог понять из этого письма. Где мать моя? Почему письмо к ней адресовано в Малороссию? Разошлась ли она с мужем, и по какой причине? Дядя и бабка мои терялись в догадках.
Недели через две после этого письма я каталась в лодке по Удаю и вдруг услышала визгливый голос бабушкиной горничной девки: "Панночко, панночко! идыть до бабусци!". Я испугалась, услыша призыв к бабушке, повернула лодку и мысленно прощалась с своим любезным дубом, полагая, что теперь велят его приковать цепью к свае и прогулки мои по реке навсегда кончились. "Как это случилось, что бабушка увидела?" - спрашивала я, приставая к берегу. "Бабушка не видала, - отвечала Агафья, - но за вами приехал Степан; матушка ваша прислала". Матушка? За мною? Возможно ли? Ах, прекрасный край, неужели я должна буду оставить тебя?.. Я шла поспешно домой; там увидела старого слугу нашего, бывшего во всех походах с отцом моим; седой Степан почтительно подал мне письмо. Отец писал, что он и мать моя желают, чтоб я немедленно приехала к ним, что им скучно жить розно со мною. Это было непонятно для меня; я знала, что мать не любила меня; итак, это батюшка хочет, чтоб я была при нем; но как же согласилась мать моя? Сколько я ни думала и сколько ни сожалела о необходимости оставить Малороссию, о стеснении свободы, меня ожидающем, о неприятном размене прекрасного климата на холодный и суровый, но должна была повиноваться! В два дня все приготовили, напекли, нажарили, лакомств дали огромный короб и все уложили. На третий почтенная бабка моя прижала меня к груди своей и, целуя, сказала: "Поезжай, дитя мое! Да благословит тебя господь в пути твоем! Да благословит он тебя и в пути жизни твоей!" Она положила руку свою мне на голову и тихо призывала на меня покровительства божия! Молитва праведницы была услышана: во все продолжение воинственной, бурной жизни я испытывала во многих случаях видимое заступление всевышнего.
Нечего описывать путешествия моего под надзором старого Степана и в товариществе двенадцатилетней Аннушки, его дочери; оно началось и кончилось, как начинаются и оканчиваются подобные вояжи: ехали на протяжных тихо, долго и наконец приехали. Отворяя дверь в зал отцовского дома, я услышала как маленькая сестра моя, Клеопатра, говорила: "Подите, маменька, какая-то барышня приехала!" Сверх ожидания, матушка приняла меня ласково; ей приятно было видеть, что я получила тот скромный и постоянный вид, столько приличествующий молодой девице. Хотя в полтора года я много выросла и была почти головою выше матери, но не имела уже ни того .воинственного вида, делавшего меня похожею на Ахиллеса в женском платье, ни тех гусарских приемов, приводивших мать мою в отчаяние.
Прожив несколько дней дома, я узнала причину, заставившую прислать за мною. Отец мой, всегда неравнодушный к красоте, изменил матери моей в ее отсутствие и взял на содержание прекрасную девочку, дочь одного мещанина. По возвращении матушка долго еще ничего не знала, но одна из ее знакомых думала услужить ей, объявив гибельную тайну, и отравила жизнь ее ядом, жесточайшим из всех, - ревностию! Несчастная мать моя помертвела, слушая рассказ безумно услужливой приятельницы, и, выслушав, ушла от нее, не говоря ни слова, и легла в постель; когда батюшка пришел домой, она хотела было говорить ему кротко и покойно, но в ее ли воле было сделать это! С первых слов терзание сердца превозмогло все! Рыдания пресекли ее голос; она била себя в грудь, ломала руки, кляла день рождения и ту минуту, в которую узнала любовь! просила отца моего убить ее и тем избавить нестерпимого мучения жить, быв им пренебреженною! Батюшка ужаснулся состояния, в котором видел мать мою; он старался успокоить ее, просил не верить вздорным рассказам; но, видя, что она была слишком хорошо уведомлена обо всем, клялся богом и совестию оставить преступную связь; матушка поверила, успокоилась и простила. Батюшка несколько времени держал свое слово, оставил любовницу и даже отдал ее замуж; но после взял опять, и тогда-то мать моя в отчаянии решилась было навсегда расстаться с неверным мужем и поехала к своей матери в Малороссию; но в Казани остановилась. Батюшка, не зная этого, написал в Малороссию, убеждая мать мою простить ему и возвратиться; но в то же время и сам получил письмо от матери моей. Она писала, что не имеет силы удалиться от него, не может перенесть мысли расстаться навек с мужем, хотя жестоко ее обидевшим, но и безмерно ею любимым! Умоляла его одуматься и возвратиться к своим обязанностям. Батюшка был тронут, раскаялся и просил матушку возвратиться. Тогда-то она послала за мною, полагая, что присутствие любимой дочери заставит его забыть совершенно недостойный предмет своей привязанности. Несчастная! ей суждено было обмануться во всех своих ожиданиях и испить чашу горести до дна! Батюшка переходил от одной привязанности к другой и никогда уже не возвращался к матери моей! Она томилась, увядала, сделалась больна, поехала лечиться в Пермь к славному Гралю и умерла на тридцать пятом году от рождения, более жертвою несчастия, нежели болезни!.. Увы! бесполезно орошаю теперь слезами строки эти! Горе мне, бывшей первоначальною причиною бедствий матери моей!.. Мое рождение, пол, черты, наклонности - все было не то, чего хотела мать моя. Существование мое отравляло жизнь ее, а беспрерывная досада испортила ее нрав и без того от природы вспыльчивый и сделала его жестоким; тогда уже и необыкновенная красота не спасла ее; отец перестал ее любить, и безвременная могила была концом любви, ненависти, страданий и несчастий.
Матушка, не находя уже удовольствия в обществе, вела затворническую жизнь. Пользуясь этим обстоятельством, я выпросила у отца позволение ездить верхом; батюшка приказал сшить для меня казачий чекмень и подарил своего Алкида. С этого времени я была всегдашним товарищем отца моего в его прогулках за город; он находил удовольствие учить меня красиво сидеть, крепко держаться в седле и ловко управлять лошадью. Я была понятная ученица; батюшка любовался моею легкостию, ловкостью и бесстрашием; он говорил, что я живой образ юных лет его и что была бы подпорою старости и честию имени его, если б родилась мальчиком! Голова моя вскружилась! но теперешнее кружение было уже прочно. Я была не дитя: мне минуло шестнадцать лет! Обольстительный удовольствия света, жизнь в Малороссии и черные глаза Кирияка, как сон, изгладились в памяти моей; но детство, проведенное в лагере между гусарами, живыми красками рисовалось в воображении моем. Все воскресло в душе моей! Я не понимала, как могла не думать о плане своем почти два года! Мать моя, угнетенная горестию, теперь еще более ужасными красками описывала участь женщин. Воинственный жар с неимоверною силою запылал в душе моей; мечты зароились в уме, и я деятельно зачала изыскивать способы произвесть в действие прежнее намерение свое - сделаться воином, быть сыном для отца своего и навсегда отделиться от пола, которого участь и вечная зависимость начали страшить меня.
Матушка не ездила еще в Пермь лечиться, когда в город наш пришел полк казаков для усмирения беспрерывного воровства и смертоубийств, производимых татарами. Батюшка часто приглашал к себе обедать их полковника и офицеров; ездил с ними прогуливаться за город верхом; но я имела предусмотрительность никогда не быть участницею этих прогулок: мне нужно было, чтобы они никогда не видали меня в чекмене и не имели понятия о виде моем в мужском платье. Луч света озарил ум мой, когда казаки вступили в город! Теперь я видела верный способ исполнить так давно предпринятый план; видела возможность, дождавшись выступления казаков, дойти с ними до места, где стоят регулярные полки.
Наконец настало решительное время действовать по предначертанному плану! Казаки получили повеление выступить; они вышли 15-го сентября 1806 года; в пятидесяти верстах от города должна была быть у них дневка. Семнадцатого был день моих именин, и день, в который судьбою ли, стечением ли обстоятельств, или непреодолимою наклонностию, но только определено было мне оставить дом отцовский и начать совсем новый род жизни. В день семнадцатого сентября я проснулась до зари и села у окна дожидаться ее появления: может быть, это будет последняя, которую я увижу в стране родной! Что ждет меня в бурном свете! не понесется ли вслед за мною проклятие матери и горесть отца! Будут ли они живы! Дождутся ли успехов гигантского замысла моего! Ужасно, если смерть их отнимет у меня цель действий моих! Мысли эти то толпились в голове моей, то сменяли одна другую! Сердце мое стеснилось, и слезы заблистали на ресницах. В это время занялась заря, скоро разлилась алым заревом, и прекрасный свет ее, пролившись в мою комнату, осветил предметы: отцовская сабля, висевшая на стене прямо против окна, казалась горящею. Чувства мои оживились. Я сняла саблю со стены, вынула ее из ножен и, смотря на нее, погрузилась в мысли; сабля эта была игрушкою моею, когда я была еще в пеленах, утехою и упражнением в отроческие лета, и почему ж теперь не была бы она защитою и славою моею на военном поприще? "Я буду носить тебя с честию", - сказала я, поцеловав клинок и вкладывая ее в ножны. Солнце взошло. В этот день матушка подарила мне золотую цепь; батюшка триста рублей и гусарское седло с алым вальтрапом; даже маленький брат отдал мне золотые часы свои. Принимая подарки родителей моих, я с грустию думала, что им и в мысль не приходит, что они снаряжают меня в дорогу дальнюю и опасную.
День этот я провела с моими подругами. В одиннадцать часов вечера я пришла проститься с матушкою, как то делала обыкновенно, когда шла уже спать. Не имея сил удержать чувств своих, я поцеловала несколько раз ее руки и прижала их к сердцу, чего прежде не делала и не смела делать. Хотя матушка и не любила меня, однако ж была тронута необыкновенными изъявлениями детской ласки и покорности; она сказала, целуя меня в голову: "Поди с богом!" Слова эти весьма много значили для меня, никогда еще не слыхавшей ни одного ласкового слова от матери своей. Я приняла их за благословение, поцеловала впоследнее руку ее и ушла.
Комнаты мои были в саду. Я занимала нижний этаж садового домика, а батюшка жил вверху. Он имел обыкновение заходить ко мне всякий вечер на полчаса. Он любил слушать, когда я рассказывала ему, где была, что делала или читала. Ожидая и теперь обычного посещения отца моего, положила я на постель за занавес мое казацкое платье, поставила у печки кресла и стала подле них дожидаться, когда батюшка пойдет в свои комнаты. Скоро я услышала шелест листьев от походки человека, идущего по аллее. Сердце мое вспрыгнуло! Дверь отворилась, и батюшка вошел: "Что ты так бледна? - спросил он, садясь на кресла, - здорова ли?" Я с усилием удержала вздох, готовый разорвать грудь мою; последний раз отец мой входит в комнату ко мне с уверенностью найти в ней дочь свою! Завтра он пройдет мимо с горестью и содроганием! Могильная пустота и молчание будут в ней! Батюшка смотрел на меня пристально: "Что с тобою? Ты, верно, не здорова?" Я сказала, что только устала и озябла. "Что ж не велишь протапливать свою горницу? Становится сыро и холодно". Помолчав несколько, батюшка спросил: "Для чего ты не прикажешь Ефиму выгонять Алкида на корде? К нему приступа нет; ты сама давно уже не ездишь на нем, другому никому не позволяешь. Он так застоялся, что даже в стойле скачет на дыбы, непременно надобно проездить его". Я сказала, что прикажу сделать это, и опять замолчала. "Ты что-то грустна, друг мой. Прощай, ложись спать", - сказал батюшка, вставая и целуя меня в лоб. Он обнял меня одною рукою и прижал к груди своей; я поцеловала обе руки его, стараясь удержать слезы, готовые градом покатиться из глаз. Трепет всего тела изменил сердечному чувству моему. Увы! Батюшка приписал его холоду! "Видишь, как ты озябла", - сказал он. Я еще раз поцеловала его руки. "Добрая дочь!" - примолвил батюшка, потрепав меня по щеке, и вышел. Я стала на колени близ тех кресел, на которых сидел он, и, склонясь перед ними до земли, целовала, орошая слезами, то место пола, где стояла нога его. Через полчаса, когда печаль моя несколько утихла, я встала, чтоб скинуть свое женское платье; подошла к зеркалу, обрезала свои локоны, положила их в стол, сняла черный атласный капот и начала одеваться в казачий униформ. Стянув стан свой черным шелковым кушаком и надев высокую шапку с пунцовым верхом, с четверть часа я рассматривала преобразившийся вид свой; остриженные волосы дали мне совсем другую физиономию; я была уверена, что никому и в голову не придет подозревать пол мой. Сильный шелест листьев и храпенье лошади дали знать мне, что Ефим ведет Алкида на задний двор. Я впоследнее простерла руки к изображению богоматери, столько лет принимавшему мольбы мои, и вышла! Наконец дверь отцовского дома затворилась за мною, и кто знает? может быть, никогда уже более не отворится для меня!..
Приказав Ефиму идти с Алкидом прямою дорогою на Старцову гору и под лесом дожидаться меня, я сбежала поспешно на берег Камы, сбросила тут капот свой и положила его на песок со всеми принадлежностями женского одеянья; я не имела варварского намерения заставить отца думать, что, я утонула, и была уверена, что он не подумает этого; я хотела только дать ему возможность отвечать без замешательства на затруднительные вопросы наших недальновидных знакомых. Оставив платье на берегу, я взошла прямо на гору по тропинке, проложенной козами; ночь была холодная и светлая; месяц светил во всей полноте своей. Я остановилась взглянуть еще раз на прекрасный и величественный вид, открывающийся с горы: за Камою, на необозримое пространство видны были Пермская и Оренбургская губернии! Темные, обширные леса и зеркальные озера рисовались как на картине! Город, у подошвы утесистой горы, дремал в полуночной тишине; лучи месяца играли и отражались на позолоченных главах собора и светили на кровлю дома, где я выросла!.. Что мыслит теперь отец мой? говорит ли ему сердце его, что завтра любимая дочь его не придет уже пожелать ему доброго утра?..
В молчании ночном ясно доходили до слуха моего крик Ефима и сильное храпенье Алкида. Я побежала к ним, и в самую пору: Ефим дрожал от холода, бранил Алкида, с которым не мог сладить, и меня за медленность. Я взяла мою лошадь у него из рук, села на нее, отдала ему обещанные пятьдесят рублей, попросила, чтоб не сказывал ничего батюшке, и, опустив Алкиду повода, вмиг исчезла у изумленного Ефима из виду.
Версты четыре Алкид скакал с одинакою быстротою; но мне в эту ночь надобно было проехать пятьдесят верст до селения, где я знала, что была назначена дневка казачьему полку. Итак, удержав быстрый скок моего коня, я поехала шагом; скоро въехала в темный сосновый лес, простирающийся верст на тридцать. Желая сберечь силы моего Алкида, я продолжала ехать шагом и, окруженная мертвою тишиною леса и мраком осенней ночи, погрузилась в размышления: Итак, я на воле! свободна! независима! я взяла мне принадлежащее, мою свободу: свободу! драгоценный дар неба, неотъемлемо принадлежащий каждому человеку! Я умела взять ее, охранить от всех притязаний на будущее время, и отныне до могилы она будет и уделом моим и наградою!
Тучи закрыли все небо; в лесу сделалось темно так, что я на три сажени перед собою не могла ничего видеть, и, наконец, поднявшийся с севера холодный ветер заставил меня ехать скорее. Алкид мой пустился большой рысью, и на рассвете я приехала в селение, где дневал полк казаков.