Volver intacto al desastre natal
Jacqueline Goldberg
Número revista:
6
Jacqueline Goldberg es una autora que explora el cuerpo desde la enfermedad, la incomodidad y la pulsión hacia el óbito, en esta selección de poemas, podemos leer cómo existe una unión entre anatomía y dolor, la autora siente una profunda obsesión con su cuerpo, ya que su enfermedad es un constante recordatorio de que tiene un cuerpo, lleno de cavidades, sangre, articulaciones y coágulos, un cuerpo que envejece y duele, sobre todo duele y tiembla, siente una insistencia exploratoria que va siempre ligada al sufrir y al descubrimiento del origen de la enfermedad. En su escritura, existe un miedo a tener un cuerpo que habita con el apego de alguien que se ha convertido en lo que es, porque su cuerpo ha padecido, quien agradece de alguna manera su dolor por permitirle observar atentamente el mundo, indagar en su herencia y en el lenguaje del cuerpo, ¿podría gran parte de la poesía de Goldberg sostenerse sobre la cita de la poeta norteamericana, Emily Dickinson “I am afraid to own a Body”? La respuesta es negativa, en su poética habita la idea del cuerpo físico como contenedor y su desaparición como el gran vacío, así también como la manía que siente por la pulsión de un cuerpo vivo e incluso por la pulsión de un cadáver, “Amamos un cuerpo, pero apenas se le asoma la muerte encima, debemos arrojarlo, olvidarlo”, dice en un poema de su libro Autopsia (2005), versos que asoman la clara visión de que Jacqueline es una poeta que ama el cuerpo y lo enfrenta con valentía, afirmándolo con la clarividencia de su voz.
*la selección de los poemas fue hecha por Pamela Rahn Sánchez.
¿QUIÉN HABLA TRAS UN AMASIJO
de músculos remendados?
¿quién dispara desde azoteas
embutidas por la niebla?
¿quién traspone la gramática de las aberraciones?
y a mí
¿quién me salva de mandamientos?
[De El orden de las ramas, 2004]
NO HABLEN DE HUIDAS
porque de ellas me hago
vuelvo intacta
al desastre natal
no saben
piel adentro
todo es puerta
agua
[De Trastienda, 1991]
LA VIDA DE LA CARNE EN LA SANGRE ESTÁ
La sangre alimenta malos augurios,
forcejea con la inútil constancia de los husos.
La sangre es expiación.
La veas o no.
La huelas o no.
La mastiques o no.
Su desbordamiento ha de ser el día más ajado.
Convida cierto poder
—médicos y asesinos lo saben—.
Siglos mintiendo sobre linajes.
Sobrevalora filos de espada,
cuchillos, dagas, bisturís.
Dice de un zumbido seco.
Ha de ser también flor.
Fría o caliente, da igual.
¿Hay confusión
en quien aspira a una muerte sin sangrado?
A todos toca un parpadeo,
un poco de gasa y charco.
Hablemos de una sangre
que no escampa,
que baste a la luz.
[De Perfil 20, 2017]
TUVE PECHOS HERMOSOS
que columpiaban
con milagro enardecido
una simpleza mordaz
un ardor domiciliado
y pendenciero
cuero de fiera
tuve
por decir la verdad
tesoros nefastos
que ya no extraño
una miseria tan mía
que pastoreaba en la magnífica convicción
de ser hueca
remota
y hueca
[De Víspera, 2000]
HEMOS SIDO TANTAS VECES CASTIGADOS.
Por mirar hacia atrás,
por ventear en el vacío.
El miedo impide permanecer junto a la carne detenida,
respirar un cuerpo que es deserción.
Un cadáver es la conjetura apresurada del pecado.
Amamos un cuerpo,
pero apenas se le asoma la muerte encima,
debemos arrojarlo, olvidarlo.
No importa cuán vasto fue el tiempo de desearlo.
Aquellos que han permanecido junto al cadáver,
insomnes vejados por la niebla,
admitieron el escozor primordial.
Suyo es por siempre el exilio, la brecha,
la imposible coartada.
El cadáver debe volver a la sed,
verter su desierto.
[De Autopsia, 2005]