Nocturnos tercermundistas
Camilo Sánchez
Número revista:
10
Otro nocturno tercermundista
He renunciado a la belleza,
y eso es un decir,
pues en verdad no sé si lo he podido;
y no es que me quiera pintar como entelequia ultrasensible
pero no sé si se pueda renunciar a lo que no se ha tenido nunca, o más bien,
nadie puede renunciar a su puesto,
siendo siempre un simple desempleado.
Y no sé si será bella,
pero esta noche, oscura por la ausencia de los básicos servicios;
esta noche en el barrio el mondonguito,
casi en la frontera entre el cemento y la barbarie;
esta noche en la que los distintos techos de mi cuadra
sólo admiten el ahumado brillo de la antorcha más cercana de la
planta petroquímica;
esta noche, llamativa, como todas las demás noches del mundo,
para la mirada sapa de mi viejo vecindario,
que solo entiende de los perros ladridos de los canes callejeros,
aullándole a una luna que no es más que un faro de alumbrado público
inconexo y olvidado,
y aunque no pueda haber nada más triste en estos días
que un poste
desconectado;
esta noche, soy feliz.
Soy feliz porque he podido encargar a domicilio,
cena y postre para mí y mi compañera….
Ah, la belleza!
Las motos del progreso!
Los gases y los ruidos
que se escapan
de nosotrxs
y de la planta petroquímica...
Una mañana de verano
Era un día de calor insoportable
Era uno de los primeros días del verano
y como es bien sabido
cualquier cambio climático es siempre más pesado
si es que te pilla en una ciudad a la que no quieres,
trabajando en una actividad absurda que, evidentemente,
tampoco quieres.
Era un día de calores sofocantes como las llamas del purgatorio cristiano
y yo estaba atrapado
en 5 metros cúbicos de plástico y enchapado
vendiéndole basura comestible y coca cola
a la gente pobre y apurada de la estación de buses de La Plata.
Era un día de aquellos en que el calor era un incendio que podría
las salchichas, el jamón y el alma humana
mucho más allá del nivel de podredumbre acostumbrado;
y como era fin de mes,
y casi no había movimiento,
yo leía.
Leía como un preso lee las pocas letras que posee
o como un evangélico enajenado
que estudia la palabra
en los grupos especializados
de los miércoles por la noche.
Leía todo el día en la mínima pantalla de mi celular chino y barato,
ediciones piratas en PDF
que buscaba en internet todas las noches.
Pero no solo vendía y leía.
Vendía, leía y esperaba.
Esperaba con locura mi horario de salida;
y también,
con la tranquilidad que emana de la fe,
esperaba la intersección de algún santo o de la virgen maría
y junto con ella, la respuesta positiva de alguna editorial,
de alguna revista, o mejor aún,
de algún trabajo más sencillo y más pagado.
Pero me llegaban solamente correos con ofertas,
excelentes ofertas de vuelos,
irrechazables ofertas en productos de tecnología,
ofertas con tiempo limitado para invertir en oro, en petróleo o en divisas digitales,
ofertas que, dicho sea de paso, jamás habría podido pagar.
Pero de repente, se hizo el silencio en medio de los motores de los colectivos
y se escuchó una voz poderosa, fresca y definida
como me imagino que podría ser la voz de dios
si es que acaso existiera y usara el transporte público los días de verano
Tú no eres camilo sánchez
Tú no eres aprendiz de escritor
Tú no eres aspirante a poeta fracasado
Tú no eres, maldita sea,
ni siquiera un trabajador perezoso
en una inmunda panchería
Tú eres solo un atado de datos!
Dentro de otro atado de datos!!
Dentro de otro atado de datos!!!
Tú eres solo un manojo de datos
que alguna institución o empresa fraudulenta
ha filtrado a otras
igualmente fraudulentas
a cambio de unas pocas centésimas o milésimas
de centavo.
Camilo Sánchez (Quito, Ecuador, 1990)
Del 2008 al 2012 estudió música en Quito; entre el 2013 y 2022 vivió en La Plata - Argentina, donde estudió literatura y luthería, a la par que sobrevivía haciendo todo tipo de trabajos ruines. Actualmente, ejerce sus oficios de forma combinada y un poco caótica. Desde el 2015 escribe poesía, cuentos, artículos de crítica cultural y canciones. Ha publicado textos en medios argentinos y ecuatorianos.