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Labor de duelo

María Paulina Briones

Número revista:

10

Premonición


No son azar los cerros mutilados

o este brazo de mar como inquietante vitral de la noche 

       estrangulada

es la señal de la muerte que torna las aguas oscuras

y detiene su dialéctica misión de ser siempre distinta

otra

ya nada respira en esta ciudad

ni las palmeras de la necrópolis de mármoles

ni los lechuguines inquietos del río seco

esperamos el milagro de la lluvia con la lengua partida

tememos nuestra muerte en la sequía

irónico fin para los habitantes de un puerto.


Para nadar se necesita fe y unos brazos enormes

no se trata de flotar aunque se puede levitar en las aguas

la idea es ir a contracorriente y sortear la fuerza

desmesurada de la naturaleza

de una ciudad pantano.

Una mujer avanza sobre las aguas con la precisión 

    de un escualo

llega al futuro

isla

remonta las cascadas y retrocede hacia el porvenir

combustiona sobre las aguas

el acto es innombrable aún

se encargará ella de escribirlo.


El porvenir las lomas mutiladas

ni un Ceibo sobrevive

espectáculo siniestro de reconstrucción y escombros

los cerros capados crujen los esteros crecen y el agua 

siempre el agua dispuesta a cubrirnos con su olvido.

La melancolía se extiende en el asfalto






Poema de los días


¿Quién nos salvará de la cama eterna

de sus hedores turbios y la tierra?

aquí los restos la comida de los días los sudores 

     de las noches de encierro y agonía

trina un jilguero

el silencio crece

otros ruidos

materiales todos de mi memoria

es el viento que nos atraviesa solitario

un sueño pesado cae en cada cuerpo

la vegetación se expande durante años

penetra en la casa de los durmientes

animales reptantes recorren el asfalto.

Es una determinación la vida entre tanta muerte





Labores inútiles


El Tiempo me propone las tareas más inútiles

bordar laboriosamente

el horno recibe mis creaciones más sofisticadas

es nuevo el arte de la dificultad

me convierto en la mejor cocinera

elaboro exquisitos manjares

disecciono con la lentitud que ahora me caracteriza 

     y hago puntos sospechosos con una lana escarlata

me regodeo 

¿para quién cocino?

Antes rechacé labores domésticas

me sienta este saber postergado

una guarida nos acoge

escapar ya no tiene sentido

solo la cocción del pan el corte de la cebolla la puntada 

precisa

las horas púrpuras se despliegan ad infinitum

cernir el jugo

fin de la utopía

la gran odisea

Soñé con un túnel profundo y ese era el silencio

como un agujero como un hueco oscuro o un vórtice

me esforzaba por captar cualquier cosa parecida a un ruido.





Lengua de acero


Pero cómo despliego una lengua

la mía

cómo la acoplo a las superficies o cómo perforo las formas 

     y me adhiero yo a algo parecido al mundo

como si fuera juego

una niña lame un chupete de fresa

la lengua

ese rollo de cajas palpitantes

inútil

dragón que se arrastra

que no encuentra el fuego

que no encuentra un camino

registro

esta lengua cómo pesa cómo se traslada 

     cómo se transforma





Me dices que sueñas que yo te ofrezco cultivar una tierra 

      para que nunca mueras de hambre

los vegetales crecerán descomunales

es imposible saciar el abandono





María Paulina Briones (Guayaquil, Ecuador, 1974) es editora, docente, librera. Ha publicado dos libros de poesía: Tratado de los bordes o La cercenación del estero (2016, ganador del premio de poesía Ismael Pérez Pazmiño), y Labor de duelo (2022, editorial Himalaya de Argentina). En 2013 apareció su nouvelle Extrañas, y en 2014 El árbol negro, libro de relatos bajo el sello Línea primitiva. Dirige la editorial Cadáver exquisito, que creó en 2012. Es docente de Literatura en la Universidad de Las Artes.

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