El cuerpo es incisión hiriente en el espacio: titubeo, temblor, herida, goce. Pendemos del cuerpo, es cuerda y posibilidad. Sin embargo, él subsiste sin un yo; moneda al aire ajena a la voluntad.
Un incesante vértigo anida en el silencio; es umbral en el cual oscuramente todo se suscita a partir de nada. En cada encrucijada, cada instante en que una decisión debe ser tomada, el silencio apremia a dar el salto, incita al grito.