‘Y yo que estoy hecha de palabras no tengo palabras’
Entrevista a Gloria Gervitz por Juan Romero Vinueza
Número revista:
7
Esta entrevista-lectura con la poeta mexicana Gloria Gervitz (Ciudad de México, 1943) se desarrolló en el marco de la Feria del Libro Independiente, organizada por el Colegio de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad San Francisco de Quito. El evento fue denominado "Se fractura la luz. Lectura de poemas y entrevista a Gloria Gervitz" y se transmitió en vivo por Facebook Live el 27 de abril de 2021. Agradezco a María Auxiliadora Balladares por haber facilitado el contacto con Gloria y por permitir que esta entrevista sea difundida de manera escrita en Elipsis.
Se puede escuchar la entrevista completa en el siguiente link:
https://www.facebook.com/117240719668378/videos/291537779190555
*
Gloria Gervitz (GG): Empezaré leyendo el principio de Migraciones, escrito hace muchos años:
en las migraciones de los claveles rojos donde revientan cantos de aves picudas
y se pudren las manzanas antes del desastre
ahí donde las mujeres se palpan los senos y se tocan el sexo
en el sudor de los polvos de arroz y de la hora del té
flujo de enredaderas a través de lo que siempre es lo mismo
ciudades atravesadas por el pensamiento
miércoles de ceniza
la vieja nana nos mira desde un haz de luz
respiran estanques de sombras
llueven morados casi rojos
el calor abre sus fauces
la luna se hunde en la calle y una voz de negra
de negra triste canta y crece
incienso de gladiolos
y tus dedos como moluscos tibios se pierden adentro de mí
estamos en la fragilidad de la corteza del otoño
en el parque rectangular
en la canícula
cuando los colores claros son los más conmovedores
después de Shajarit
olvidadas plegarias ásperas
nacen vientos levemente aclarados por la oración
bosques de pirules
y mi abuela tocaba siempre la misma sonata
una niña toma una nieve en Chapultepec
la hiedra se enreda en la niebla
se fractura la luz
y la ropa está tendida al sol
impenetrable la sonata de la abuela
tú dijiste que era el verano oh música
y la invasión de las albas
y la invasión de los verdes
abajo gritos de niños que juegan
vendedores de nueces
respiración de rosas amarillas
y mi abuela me dijo a la salida del cine
sueña que es hermoso el sueño de la vida muchacha
Juan Romero Vinueza (JRV): Acerca de Migraciones [ed. La Resistencia, 2020], quería preguntarte sobre el poema de largo aliento, que ha sido comprendido en muchísimas obras y, sobre todo en México, ha tenido varios representantes: Primero sueño de Sor Juana Inés, Canto a un dios mineral de Jorge Cuesta, Muerte sin fin de José Gorostiza, Piedra de sol de Octavio Paz, Incurable de David Huerta. ¿Crees que Migraciones, el cual es un poema orgánico e íntegro de doscientas sesenta páginas, se inserta en esa tradición del poema mexicano de largo aliento o, por otro lado, se acerca a otros proyectos de largo aliento o es un proyecto único —citando a María Negroni— que no se parece a nada, es decir, es específico en su campo de acción de escritura y reescritura?
GG: Creo que el poeta suele ser el menos indicado para hablar de su obra. No creo ser la mejor persona para opinar o decir que está inserto en lo uno, lo otro o lo único, pero sí me atrevería a decir que no encaja en uno de estos ejemplos porque tiene sus propias características. Puedo decir que, cuando comencé con este fragmento inicial, nunca me imaginé que me estaba embarcando en un proyecto de vida. He escrito muchísimo más, pero el poema, un destilado de todo lo que he escrito, tuvo largas épocas de sequía. Hubo años en que no escribí nada sin angustiarme porque me di cuenta de que, cuando me forzaba a escribir, casi siempre podía decir que estaba bien escrito (pues llega un momento en que uno tiene oficio y escribe correctamente), pero le faltaba lo principal: el alma. El poema estaba dentro de mí y yo en el poema, por lo que no había mucho que hacer. En muchas cosas soy impaciente, pero no me quedó más remedio que esperar. Hay que admitir que doscientas sesenta páginas, para cuarenta y cuatro años, no es mucho, pero sí es mucha paciencia.
JRV: En este proceso que, como ya lo has dicho, ha durado cuarenta y cuatro años, ¿en qué momento te diste cuenta de que Migraciones sería un libro, y no varios?
GG: Fíjate que me tomó muchísimo tiempo. Conforme iba escribiendo las distintas partes que han conformado esta última versión de Migraciones —en esta nueva edición española en la que siento que, tanto el poema como yo, dimos lo que más pudimos—, cada vez que varias de las partes eran empezadas (e incluso durante su proceso), yo sentía que estaba escribiendo un nuevo libro de poesía, desde luego pequeño, porque sabemos que con la poesía los libros no suelen ser extensos, a excepción de Incurable. Yo pensaba que eran poemas diferentes, pero la primera vez que tuve oportunidad de publicar, en 1991, el Fondo de Cultura Económica me invitaba a mostrar lo que tenía, es decir, las tres partes del poema: Shajarit, llamado así por la oración de la mañana dentro de la tradición judía; Yiskor, otro rezo judío que quiere decir “recuerda”, y Leteo. Tuve que buscar un título que juntara estas partes, en inicio publicadas como pequeños libros de poesía, y casi la misma tarde, como cuando de repente te viene a la mente la palabra, decidí llamarlo Migraciones. Desde luego, empecé a darme cuenta de que tenían mucho que ver unas con otras y, en 1996, tenía cinco partes que podía integrar. Tuve muchas dudas, pero lo tomé como el momento de publicar otras dos partes inéditas que, para mi sorpresa, iban bien juntas. A punto de irse a la imprenta en 2016 —también a una editorial española de Barcelona— tuve una especie de revelación que ocurrió en un máximo de diez minutos: de repente supe que [el poema] estaba bastante desorganizado; tenía que eliminar subtítulos, mayúsculas que me parecieron rígidas como soldados, comas que ensuciaban el poema, epígrafes (cinco o seis, incluidos en las notas). El poema fue prácticamente el que me lo pidió, porque tengo que decir que el poema y yo hemos tenido una relación muy simbiótica, como si me hubiera dicho: “Suéltame, déjame de veras fluir, déjame ir”. Cuarenta años después de haber empezado un solo poema, me doy cuenta: el poema es así. Voy a ser muy sincera, llegamos a un arreglo, en vista del trabajo que ya se había hecho, para dejar el poema como yo lo sentí y como el poema me pidió que tenía que ser.
Esa edición me permitió ver que, desafortunadamente, quedaron algunas comas que me parecían mosquitas y lombricitas que había que echar fuera. Un poema cambia mucho cuando ya está publicado, comparado a cuando tú lo tienes impreso en tus hojas de papel. Cuando empiezo a darme cuenta de muchas cosas, seguí trabajando en Migraciones y, a principios del 2020, yo continuaba haciendo pequeños ajustes y cambios. Para la edición de Libros de la Resistencia, que se publicó a principios de febrero, yo sentí que dejé el poema lo mejor que pudimos, tanto él como yo. Sé que lo he dicho otras veces, pero creo que esta es de a de veras: el poema lo he cerrado. Desde el momento en que lo dejé fluir y le pude hacer estas modificaciones, lo he cerrado. Creo que es muy importante, cuando uno comienza algo, también poder terminarlo. Suele pasar que empezamos y lo dejamos porque no tiene la importancia que tenía o, por otra parte, no lo dejamos y se necesita persistencia para seguir en un proyecto, a pesar de los largos períodos de sequía y dudas. Doy gracias porque se me dio el tiempo para llegar a esta conclusión y decir “aquí termino”.
El riesgo, muy común en poetas que ya no estamos tan jóvenes —aunque no me siento vieja— es que, casi sin darte cuenta, comienzas a plagiarte a ti mismo porque te sigues sintiendo creativo, pese a que, como un cantante, no tienes la voz que tenías cuando joven, ni fuerza, ni energía, ni la calidad que llegaste a demostrar. Mejor “aquí lo dejo” que seguir y echarlo a perder; es saber poner punto final, lo cual es difícil porque queda un vacío extraño a causa del poema. Mi muchacho tiene cuarenta y cuatro años, estoy detrás de él en lecturas, invitaciones, traducciones y preguntas de traductores. Me siento agradecida por todo este tiempo y, por otro lado, siento este vacío de dejar algo que me sostuvo en muchos momentos y épocas difíciles de la vida. El poema me acompaña durante cuarenta y cuatro años (llevo cincuenta de escribir poesía) y, a pesar de que hace diez años pude dejarlo como estaba, tengo que reconocer que necesité experiencia de vida sin la que no hubiera podido dejarlo como lo dejé. Se me concedió tiempo para terminarlo, ya que hay gente que no puede terminar un proyecto en el que pone todo, y a la poesía le das todo o no te responde. Lo vi a través del tiempo, es como un matrimonio que se parece al de las monjas con Dios, uno se casa con la poesía; tienes que estar ahí siempre para ella y solo a veces tienes esa conexión, casi mágica, en que sientes que el poema casi te es dictado.
JRV: Mencionabas cómo se han dado estos cambios en tu obra y que siempre has tenido esta relación tan cercana, incluso con tus traductores. María Auxliadora Balladares habló de las traducciones de tu obra, y me parece muy interesante cómo esta ha tenido más lugar en los países nórdicos de Europa; tienes dos traducciones ya realizadas al sueco —una tercera por venir— una en esloveno, noruego, polaco, danés, ruso. ¿Cómo crees que se da el hecho de que tu obra sea tan bien recibida en sitios lejanos a México y a la lengua española?
GG: Creo que ha tenido más lugar fuera de México, pero no es tan raro que uno a veces sea más leído en un lugar que no es su país. Para mí fue una sorpresa porque, en febrero de 2009, dos traductores suecos se ponen en contacto conmigo. Magnus William-Olsson y Ulf Eriksson me dicen que están comenzando a traducir Migraciones al sueco para saber si estoy de acuerdo; por supuesto, yo accedí. Nunca me imaginé que pasaría lo que ha estado pasando. En noviembre de ese mismo año, me invitan por primera vez a Suecia a la presentación del libro en una excelente editorial —entonces, cumplía ciento veinticinco años de tradición— y, en conmemoración del aniversario de la editorial Wahlström & Widstrand, presentaron una colección de traducción de poesía internacional en la que estuvieron una selección del poeta chino Xi Chuan y mi libro. Llegaron a sacar siete u ocho libros y la colección se cerró. Sin embargo, empiezo a tener muchísimos lectores en Suecia; mi poesía les llegó, les gustó. La primera vez que fui, tuve varias lecturas en lugares como el Instituto Cervantes, a la que asistió quien entonces era embajadora de México en Suecia. A partir de entonces, empezaron a invitarme cada año. En 2012, sale una versión en árabe por Jasim Mohamed, quien es un traductor árabe-sueco. Le gustó muchísimo mi poema, por lo que primero tradujo un fragmento y, al ahondar en él, pensó en la posibilidad de traducirlo completo al árabe. En 2013, hace la primera traducción al árabe y, en septiembre de 2020, la más reciente versión. Es a partir de esta edición sueca que me invitan a Noruega y Dinamarca. Es hermoso el haber sido traducida a todos estos idiomas que nunca me imaginé, no conocía ninguno de estos lugares. Ahora tengo tantos amigos en Suecia como en México, quizás hasta más. Fue, llámalo destino o casualidad, todo lo que empezó a darse.
A partir de 2009, mi poesía da un brinco a todas esas traducciones que se han venido dando a partir de esa primera traducción que, por cierto, se agotó. En 2020 salió la nueva versión y, en 2022, se volverá a publicar en Suecia, con los pequeñísimos cambios que hay, la versión que yo doy por cerrada, además de la de la editorial Ramús. Así fue que poco a poco se fue dando, como si fuera una bolita de nieve que va girando y se va haciendo más grande.
JRV: Quisiera pedirte que leas otro de los fragmentos de Migraciones para que los lectores ecuatorianos conozcan más de tu obra, cualquiera que tú decidas.
GG: Mira lo que son las cosas, resulta que yo dije voy a leer más poesía, y he hablado más que en muchas otras [entrevistas]. Ahora leeré un pequeño fragmento del cual diré que estas palabras, escritas en hebreo —“Ani Le Dodi, Ve Dodi Li”—, son del Cantar de los cantares, y quieren decir: “Yo soy de mi amado y mi amado es mío”. Luego yo repito: “Yo soy de mi amado, yo soy de mi amado”. Estas palabras siguen vivas porque, hasta hoy en día, en las ceremonias judías de matrimonio, es solo la novia quien las usa y yo las uso en este fragmento:
sólo siente
siente
el cuerpo siente
y ella está ahí
inmersa
sintiendo
dice que tiene miedo
dice su miedo
está ahí en ese cuerpo
en ese miedo
me dejo tocar
me abandono al miedo
y el miedo
áspero
brutal
ahí
expuesto
a merced
y yo como ahogada
como penitente
ante él
de rodillas
y ella ella llora
y pide más
se ovilla en ese regazo de lágrimas
en esa oscuridad cálida
en su increíble necesidad
y el grito
apenas
un filo
un ala
la luz
sobre ti
desde ti
adentro de ti
abriéndome
en ti
para ti
y sólo así
sólo así
purificada
de tanta vida
sólo así
podía yo encontrarte
en mí
el amor no tiene piedad
y yo que estoy hecha de palabras
no tengo palabras
y el corazón cae
en el corazón del mismísimo Dios
y yo me tiemblo ante ti
en el deseo de ti
de ser en ti
como de Dios
el camino del cielo está empedrado de infiernos
y el camino del infierno está empedrado de cielos
y el cuerpo
cae en sí mismo
cae en ti
cae
para ti
tócamelo
siéntelo
¿lo sientes?
¿me sientes?
aní ledodí vedodí lí
aní ledodí
aní ledodí
¿es el alma la que se abre
a la profundidad
de la carne
o soy yo la que me abro
a éste mi cuerpo
que un día mirará de frente
y sólo una vez
a la muerte?
JRV: Quería preguntarte respecto de algo que me llamó mucho la atención dentro de tu obra: el trato de la figura de la madre. En general, la figura de la mujer es muy importante en tu libro: la niña, la muchacha, la abuela, pero sobre todo la madre. El poema le canta, le busca, le llora, le exige perdón, le perdona. ¿Cómo configuras esta noción de la madre en Migraciones? ¿Podrías leernos un fragmento relacionado?
GG: El poema está escrito en femenino. La voz que lleva el poema es una mujer. Por un lado, son muchos yos femeninos, pero efectivamente esta voz —uno de los principales interlocutores— es la madre. Yo tuve una mamá que no era nada fácil; era fría, era distante, pero yo la quería muchísimo y creo que ella me quería mucho, nada más que no de la manera como a mí me habría gustado que me quisiera. En ese sentido, podría decir que fue, mucho años después de su muerte en mayo de 1999, cuando yo le hablo y le digo muchas de las cosas que quizá me hubiera gustado decir cuando estaba viva, pero que solo pude decir a través de la poesía, años después de que ella murió. Ciertamente, uno de los interlocutores principales se dirige a la madre. Voy a leer un fragmento sobre esto:
y te hablaba a ti
y tú eras yo
y tan oscura el agua
como quien entrega el alma
y no hay quién
y tanto cielo en tu cabeza
y el corazón que no quiere hundirse
hundiéndose
y yo como antes y como siempre
y desde para siempre obedeciéndote
no sé hacer otra cosa
nunca he sabido hacer otra cosa
obedezco te obedezco
y lo huérfano allí abierto
en canal
y la luna golpeándose bajo ese cielo
más pálido que el agua más pálido que tus sueños
más endeble
y tú me decías
–suéñate que es hermoso el sueño de la vida
muchacha
¿recuerdas?
no puedo despertar
Después, extrañamente, viene una parte escrita en inglés. Me tomé el riesgo de dejarla en inglés porque me salió en inglés, para mi sorpresa. Yo estaba escribiendo esto en inglés, quería traducirlo al español y, al querer traducirlo, empecé a darme cuenta de que se me estaba yendo el poema. Lo que escribí en inglés solo había podido decirlo en inglés; al traducirlo se perdía. No habría podido decirlo en español porque el inglés baja de volumen, es un idioma más seco. Si pensamos en la bellísima lengua de Cervantes, el inglés puede ser una magnífica influencia, justamente porque el español es muy barroco y nos detiene. Me saltaré las partes en inglés:
estoy en tu silencio
en éste tu olvido –que es el mío
como un sol el cuerpo se arrodilla
y se hunde
estoy ahí en lo quieto
en ese tu fluir quietísimo
en esa tu luz
ahora eres tú la que llora
la que suplica
¿dónde estás llorando?
¿dónde en mí es que lloras?
soy la última
en estar con ella
en asistirla
en morirla
suéltala –me dicen
pero si pudiera le daría mi pulso
si pudiera cubriría de flores su espanto
si pudiera le pediría a la mismísima tierra
que la absuelva
y la perdone
perdóname tú a mí
perdonada
beso tu miedo
beso lo solo de tu miedo
tu huérfano miedo
tu para siempre miedo
tu miedo dentro de mí
y la devoción como una hoja de obsidiana
corta
el silencio en su semilla
la luz quieta
yo ahí
la luna
más frágil que tu sueño
y la palabra
rompe vuélcase
ahí
en su tajo
celda tú en mí
sin mí
y ahora ¿qué me vas a decir?
¿qué más me vas a decir?
GG: Voy a terminar leyendo este fragmento que está escrito bastante después:
¿dónde quedó lo que viví lo que creí vivir?
¿dónde el sueño que fui que sigo siendo?
dónde toda esa gente y todos esos días que desaparecieron
como en los cementerios en que no hay nombres
no hay fechas sólo pedazos de cerámica rota
estoy en lo más perdonado
no hay culpa
no hay arrepentimiento
no hay nada que perdonar
hay miedo
estoy en el Parque de Polanco el viejo Parque de Polanco
con la misma Torre del Reloj las mismas bancas
el mismo estanque y la mismísima y vieja Iztaccíhuatl
la volcana y feroza Iztaccíhuatl sola y en lo más solo del amor
sigue soñándose
y se habla de lo que se ve
y se habla de lo que se hace
y se habla de esto y de aquello
y lo más verdadero se calla
lo más verdadero no se dice
y los ciruelos cubriéndose de flores
y la niña en la bicicleta soy yo
y suelto el manubrio de la bici
y lo suelto para que tú me veas
mírame
mira cómo no me caigo
mira qué fuerte estoy
mira mis manos abrazando el aire
mira de lo que soy capaz
¿sí me estás viendo?
mírame aquí estoy
aquí contigo
¿sí me ves?
¿sí me oyes?
ven para que pueda decirte todo lo que te quería decir
y no te dije
ven
¿no sientes cuánto te quiero?
¿no sientes mi amor?
y la herida allí para ser herida
y te acostumbras a la lastimadura
y la herida se hace más profunda
y el dolor más insoportable
y estás enseñada a tolerarlo
y un día el dolor y tú supuran
y el dolor ya no puede contenerse
y no hay quien te defienda de ti
no hay más nada ni nadie
nadie ni nada sólo tú
sólo esa tú que eres tú
y me quedo en eso roto y huérfano
con la lealtad de un perro
¿hasta dónde puedo irme en contra de mí?
¿hasta dónde estoy dispuesta?
¿hasta dónde?
Señora de lo Inentendible
Misericordiosa
aunque no existas
necesito creer en ti
te necesito ven
ven y entra tú en esa marisma
en ese oleaje en ese lamento
en sus arrecifes en sus filos
entra y cúbrelos
cubre su aflicción y su arrepentimiento
cúbrelos como cubres a los que se ahogaron por amor
y a los que se ahogaron por la falta de amor
recógelos ven
recógeme también a mí ven
ven y aplácame esta fiebre
aplácame este enojo
acúdete ven
ven y cálmame ven
ven y besa tú la herida
bésala para que algo como un destello
se filtre en eso tan deshabitado
abismal incomprensible
hermético
reseco
cerrado
inalcanzable
¿quién reza? ¿yo?
¿quién me responde?
¿de dónde me vienen estas palabras?
y por mí ¿quién va a decir Kadish por mí?
GG: Kadish, dentro de la tradición judía, es la oración que se reza en nombre de los muertos. Extrañamente, no solo no hablan nunca de la muerte, sino que es, todo el tiempo, una alabanza a Dios. Para terminar, concluiré con esta anécdota personal: yo tenía un hermano que murió por un infarto masivo a los treinta y seis años. Como comprenderán, mi mamá estaba tristísima y desolada. Yo soy la mayor de tres hermanos. Mi mamá nació en México y, de hecho, mi abuela, una señorita muy católica, era de Puebla. Una parte de mí es católica-cristiana porque mi abuela, aunque se convirtió, traía a escondidas su rosario en su bolsa y, ante cualquier cosa, siempre decía: “Ave María santísima, el Señor nos ampare” y se persignaba, lo cual me hizo ver que la gente es como es y no cambia. Mi mamá no encontraba consuelo en el judaísmo ni en ningún lado. Yo le expliqué a mi mamá que todos estamos aquí solo por un rato, la vida es un regalo y el haberlo tenido treinta y seis años fue un regalo que te arrebataron pronto. Fue mejor tenerlo a que no hubiera existido. Esa oración es una alabanza a Dios porque, por más, hubo vida. Me contestó que lo que le decía le consolaba. Sentí bonito.